domingo, 26 de enero de 2014

EL CANTO DEL GALLO



Solía quedarme a dormir muchas veces en casa de mi abuela. Siempre me quedaba en el dormitorio que había sido primero de mi padre, luego de mi tío y por último quedó vacío y lo aprovechamos para quedarnos mis hermanos y yo en la noches de fin de semana. 
Recuerdo con mucha nostalgia aquellas noches tranquilas, sobre todo en verano, en que todos los vecinos sacaban sillas a las puertas de las casas y se sentaban a tomar el fresco y a entablar conversación sobre todo lo que había acontecido en el día, sobre la vida, sobre lo divino y lo humano, y a veces se hacían las tres o las cuatro de la mañana para acostarnos, ¡qué tranquilidad la de aquellos años!, en los 80, la gente se conocía y hablaba en las calles de los pueblos y no se tenía miedo de estar por la noche fuera de las casas, pues la delincuencia y el miedo era mucho menor que hoy en día, los niños jugábamos hasta altas horas de la noche en la calle y casi nunca pasaba nada, ¡y no existían los móviles ni ningún tipo de control en nosotros!, pero cuando nos llamaban a voces aparecíamos y nuestros padres confiaban en la gente y en la vida. !Cómo ha cambiado tanto nuestra sociedad y nuestra España, ahora repleta de miedo, desesperanza y vergüenza, de hambre y de miseria, tanto material, como espiritual, sin ilusión por la vida e idiotizada  por los medios de comunicación y las malas artes de los políticos corruptos! . Lo siento, pero me invade la nostalgia y la rabia por ver lo que fue nuestra vida y la mierda que hay ahora en esta sociedad.
Pues bien, como decía me quedaba a dormir en casa de mi abuela los fines de semana y a pesar del miedo que me daba quedarme solo, porque siempre oía los ruidos de la casa, al ser vieja crujía, el armario también, los gatos saltaban en el tejado y se oían sus pasos, y para colmo solía ver películas de miedo que televisaban los sábados por la noche en la segunda cadena nacional, aparte de quedarme hasta tarde leyendo revistas de fenómenos paranormales y ovnis que guardaba mi padre en esta habitación. La verdad es que pasaba miedo, pero era un poco masoca y me gustaba quedarme a pesar de ello. 
Un día vi una película en la tele que hablaba sobre los fantasmas y sobre el protegerse de ellos y en ella dijeron que cuando un gallo cantaba 4 veces, los fantasmas se alejaban y ya no podían asustarte, este diálogo se me quedó grabado en mi mente para poder protegerme yo de los mismos, ¡qué iluso era entonces, de niño!.
Recuerdo que los vecinos de casa de mi abuela tenían pollos, gallinas y gallos en los tejados, por lo que todas las madrugadas solían cantar los mismos, era un sonido que me gustaba, porque además no pasaban casi coches y se oían a lo lejos también el canto nocturno de los mirlos,del Autillo, en los bancales cercanos, e incluso llegue a oír el increíble canto del ruiseñor, con unas melodías tan perfectas que no puedo describir, por algún motivo anidaron cerca de donde vivía mi abuela y era un canto maravilloso, que jamás he vuelto a escuchar en vivo.
Entonces, recordando aquel diálogo de aquella película siempre me quedaba en vela, leyendo o con la luz encendida hasta las 3 o las 4 de la mañana, que era cuando los primeros cantos solitarios de los gallos empezaban, y contaba cada canto que oía hasta llegar a cuatro, entonces me tranquilizaba y sabía que ya era la hora de retirarse los" fantasmas", ya podía dormir tranquilo, que no me iban a asustar ni iba a escuchar nada más, jeje, la ingenuidad de la niñez y los pequeños remedios psicológicos para el miedo a la oscuridad.
Estos son recuerdos de mi niñez, ya perdida en el tiempo y que me gusta plasmar por escrito, para volver a recordar, y así no dejar nunca de ser niño, pues es lo único que nos mantiene cuerdos, el saber nuestro pasado y nuestras vivencias y sobre todo saber que hemos sido felices y que hemos vivido en una época de ilusión por la vida que espero que algún día vuelva a este maltrecho país, pues no nos merecemos vivir en la desesperanza, nuestros hijos deben de tener por lo menos una infancia feliz y el derecho a tener un futuro, en nuestras manos queda el que lo logremos, empecemos por no olvidar...

4 comentarios:

Mónica dijo...

¿Tú también leías libros de ovnis, Juan Manuel? Aún recuerdo unas vacaciones en una vieja casa de piedra entre Muros y Noia, ya había entrado en la adolescencia pero posiblemente fueron las últimas vacaciones familiares de verdad (el hermano mayor ya había empezado a trabajar y no pudo venir, el otro solo pudo medio mes... las cosas empezaban a cambiar y eso pesaba), y por eso han dejado una huella especial. Durante ese mes, mientras me empeñaba en transcribir y mejorar mi primera novela, también me estaba leyendo "La última columna" de J.J. Benítez. Y no sé si fue la magia del lugar o algo de terror psicológico pero las luces de los coches que se reflejaban en las paredes comenzaron a parecerme algo más... Y nunca olvidaré los balidos de las ovejas del propietario de la casa que venían a despertarnos bien temprano por las mañanas. Qué tiempos aquellos.

Todos conservamos ese niño en nuestro interior, no debemos olvidarnos jamás de él.

Mónica dijo...

Perdón, quise decir "La quinta columna" de J.J.Benítez, que, por cierto, va sobre encuentros con humanoides...

Juanma dijo...

Ya lo creo que si me leía de ovnis, y sobre todo de J.J.Benítez, pues mi padre tiene toda su bibliografía y yo en aquel entonces ya me había leído el famoso Caballo de Troya, hasta hoy en día que ya van 10 libros de la saga, además de revistas como Mundo Desconocido, Más allá y Año Cero. Me gustaba y me gusta lo paranormal, pero también la fantasía épica, como el Señor de los anillos, que lo leía antes de ver las películas, y creo que a tí también, por tu nombre de batalla en el blog, Eowyn. Tienes razón, y siempre lo digo, no hay que perder a nuestro niño interior, nunca, él nos da fuerza en la vida, de verdad, un abrazo.

Mónica dijo...

Wow, pues sí que tenemos en común... y eso que no nos conocíamos de nada. "El Señor de los Anillos" (el libro, por supuesto), marcó toda una época para mí, y que hicieran la trilogía, y tan bien hecha, fue un regalo del cielo. Por cierto, sigo comprando mensualmente mi revista "Enigmas", la mejor del mercado.