domingo, 11 de septiembre de 2022

EJERCICIO DE NOSTALGIA (BARRI DEL PONT) CREVILLENT

 


Quisiera hacer un ejercicio de nostalgia y mirar hacia atrás en el tiempo, recordar situaciones, lugares y personas que formaron parte de la vida cotidiana de mi barrio y de mi pueblo, que el inexorable paso del tiempo las borró por las circunstancias de la vida y de los tiempos que hemos vivido.

 

Cuando era niño me gustaba mucho ir a comprar chucherías a los diferentes quioscos del barrio, quizás el primero que conocí, al que me llevaban mis padres, ya que estaba al lado de una casita que tenían mis abuelos en la calle Santísima Trinidad fue el de “La Tere, la Patata”, un kiosco que a mi me parecía como salido de otro tiempo, situado en una planta baja enfrente de la casa del dueño de la fábrica Imperial. 

 

Era una casa con una puerta grande de madera, siempre abierta que daba a un recibidor repleto de estanterías a cada lado con puertas acristaladas de madera, pintadas en color marrón claro. Estas estanterías estaban llenas de juguetes, utensilios de cocina, herramientas, máscaras de cartón, carretes de hilos, agujas, dedales, todo tipo de objetos de uso cotidiano, casi como un colmado. Me encantaba ver los sobres de los muñequitos Monta-man, los Airgamboys, los paracaidistas de plástico, y sobre todo los tebeos que tenía colgados de muchos años, pues habían de todas clases y fechas, ya que los que no vendía en su momento de salida, los guardaba y los ponía en el escaparate que tenía en el mostrador para que los compraran, mis padres me compraron muchos en aquel tiempo, era un sitio que desprendía una magia especial, lo regentaban dos hermanas, la Tere y la María, a la Tere la conocían como “La Patata”, que era la que atendía normalmente, ya que su hermana la recuerdo como muy huraña y callada, me daba un poco de miedo pero supongo que por mi visión infantil, al verlas siempre de negro, como la gente de antaño.


Era tanta la fama de este quiosco que hasta se decía que cuando el encargado de la fábrica de Alfombras Imperial no encontraba algo en sus proveedores iba al quiosco de “La Patata” y lo encontraba, siempre lo he oído nombrar a mis padres.


Otro de los quioscos que habían en el barrio era el que se montó enfrente de la farmacia de la plaza del teatro Chapí, yo siempre lo he conocido como el del “Pepe”, ahí me compré la mayoría de mi colección de cómics entre finales de los años 80, hasta el año 2000, siempre traía multitud de rarezas editoriales y me encantaba ir cada semana a ver las novedades, incluso tenía servicio de encuadernado de libros y no son pocos los fascículos y revistas que la gente le mandaba encuadernar, también era donde compraba las chucherías siempre que iba al Cine, cuando teníamos cine aquí en nuestro pueblo, si no recuerdo mal cerró en los primeros años dos mil, pero no estoy seguro de la fecha.


En todos estos años han abierto y cerrado en nuestro barrio multitud de quioscos, y hoy en día hay varios, pero parece que antes al haber menos comercios y centros comerciales, estos establecimientos tenían de todo para poder dar servicio a los vecinos y suministrar cosas que hoy en día ya no tienen los que quedan, o por lo menos algunas de ellas, pero eran otros tiempos en los que se vivía de otra forma, hemos cambiado mucho nuestras costumbres y necesidades.


Siguiendo el ejercicio de nostalgia, voy a recordar cuando ponían en la plaza del Calvario las atracciones de “La Ola” y “Los Caballitos”, que cada año después de pasar la Semana Santa se montaban al lado de las escaleras que bajaban a la calle Boquera Calvario, era todo un acontecimiento que los niños de nuestra generación, en los años 80 esperábamos con ilusión, pues todos los fines de semana e incluso entre semana estaba siempre lleno de chavales y chavalas adolescentes para ir a “La Ola” y de niños pequeños con sus padres para “Los Caballitos”, la verdad es que le daba mucha vida a esta plaza.


Un recuerdo estupendo era la máquina de helados a 50 pesetas que ponían los dueños de “Los Caballitos” con sus cucuruchos de galleta y con varios sabores, fresa, nata, vainilla y chocolate, en los que se veían rodando los sabores y elegías el tuyo al poner la moneda, era mítico en el Calvario.


Y por último voy a recordar uno de los bares míticos de nuestro barrio, el bar Venta Alta, en el que se hacían unos almuerzos impresionantes en Viernes Santo,lleno al máximo de gente, durante la subida de los pasos al Calvario, aparte de ser uno de los bares de referencia en el pueblo durante esa época, ya hace más de veinte años que cerró.


Me encantaba ir a este bar a jugar a las maquinitas de marcianos, pues cada cierto tiempo la cambiaban y siempre estaba lleno de chiquillos para echar partidas en las mismas, incluso llegaron a poner maquinitas de tres pantallas que era lo más en la época, a principios de los años noventa, era otra forma de divertirnos la que teníamos antes y era mucha la vida que había en mi barrio, por desgracia todo desaparece por los cambios en la vida, pero a veces es bueno recordar y hacer un sano ejercicio de nostalgia, para no olvidar lo vivido y si es posible vivir mejor que antes, aunque como dicen todo tiempo pasado si no es mejor, lo parece.


Juan Manuel Mas Candela