domingo, 29 de octubre de 2023

UN PASEO EXTRAÑO CAPÍTULO 6


 

Les zumbaban los oídos y estaban mareados, habían caído con violencia en la hierba luminiscente, les costaba un poco respirar, pues el aire era tan puro que les dolía al inhalarlo cuando llenaban sus pulmones, estaban conmocionados por el tremendo viaje que habían hecho en solo unos segundos.

Se incorporaron mirando con gran asombro el paisaje tan extraño que había a su alrededor, no se oía nada, todo estaba en completo silencio, solo se escuchaba muy a lo lejos como una especie de truenos de una tormenta en el horizonte, pero sin ver ningún relámpago.

Caminaron unos diez minutos, o eso pensaban ellos, pues el reloj que Antoine tenía puesto en su muñeca parecía haberse parado, cosa que le extrañó mucho, ya que nunca había fallado, era digital, igual -pensó él- se le había acabado la pila, por lo que no podían controlar el tiempo en aquel lugar, de momento.

Empezaron a encontrarse mejor después de la tremenda sacudida que tuvieron al entrar en la grieta de luz y la puerta verde, pero estaban asustados porque no sabían donde estaban ni que era este lugar, ante el silencio tan tremendo que había, Antoine soltó un grito:- Hooolaaaa, ¿Hay alguien aquí?- su voz resonó como si estuviera amplificada por un altavoz, además de reverberar con un eco brutal.

La percepción de su alrededor se volvió confusa, no sabían distinguir bien los colores, todo tenía una luminiscencia tan extraña que nunca habían visto que confundían los mismos, como en una amalgama de colores brillantes en los que algunos destacaban y otros parecían ser diferentes, no sabían explicarlo.

Siguieron andando un tiempo indefinido por la campiña verde luminiscente hasta que divisaron un árbol enorme en la lejanía, decidieron ir hacia allí.

Las montañas del horizonte parecían un poco más grande, eso quería decir que estaban acercándose a ellas, pero eran extrañas, parecían no poseer ningún tipo de vegetación, pero su luminiscencia era diferente a la de la campiña, era como violácea, un color que no habían visto nunca, por lo menos de esa forma.

LLegaron al árbol gigantesco, parecía una especie de roble, sus ramas eran retorcidas y muy grandes, su tronco mediría unos tres metros de diámetro, su altura era enorme, por lo menos unos treinta metros.

En la base del tronco había una inscripción en un idioma que no conocían, una especie de runas como si estuvieran dando un aviso:

 ᛒᛁᛖᚾᛒᛖᚾᛁᛞᛟᛊ ᛒᚢᛖᚾᚨ ᚺᛖᚾᛏᛖ

Antoine se detuvo a mirarlas con detenimiento y se dio cuenta que eran runas vikingas, pues ,el era conocedor de aquel lenguaje escrito, aunque no conocía realmente su significado.

Josu se quedó impresionado al ver el cartel, le sonaban las letras, pero no sabía a ciencia cierta lo que eran, -son runas- dijo Antoine- parece un aviso o una bienvenida- no sé descifrarlas.

Entonces de repente de la parte trasera del  Roble salió un ser bajito, regordete, con cara de simpático, con pantalones hechos de lana a cuadros de colores rojo y verde, un cinturón negro con una gran hebilla plateada, una camisa de color marrón, llevaba gafas, en su cabeza había puesto un gorro puntiagudo de color rojo, su nariz era muy grande en comparación a su cara, sus orejas eran como las de un buda , su pelo era corto, de color miel, la cara redonda con labios gruesos en la boca y barba del mismo color de su pelo con zonas más oscuras, sus ojos eran grandes y de color claro, un verde azulado que te penetraban al mirarte.

-Me presento ante vosotros, mi nombre real, en estos momentos no me es permitido revelaros, pero podéis llamarme Gimmi, os será fácil recordarlo, en ese cartel pone Bienvenidos Buena Gente.-

Josu quedó sorprendido cuando dijo su nombre, pues por una extraña razón que no comprendía aún le sonaba de algo ese nombre.

-Habéis sido llamados a este Reino, donde solo unos pocos mortales han podido entrar en toda la historia de vuestra raza. Debéis saber que habéis penetrado en el Reino de la Buena Gente, en el reino Elemental, donde no existe el tiempo, ni las dimensiones terrenales, ni las leyes físicas que vosotros conocéis.-

Josu y Antoine se quedaron estupefactos al ver al ser que se quiso llamar Gimmi, no sabían que era, ni quien era, entonces él, viendo su asombro, les dijo- Soy un ser elemental, lo que vosotros llamáis en vuestro mundo, un Gnomo,- mi apariencia no es lo que veis, pues he adquirido una forma que os sea familiar para que no tengáis miedo, con mi forma original os sería difícil empatizar conmigo.

Antoine en un arranque de valentía le preguntó - Gimmi, ¿por qué nos habéis traído a este lugar tan extraño?- nosotros vinimos porque Josu me pidió ayuda y él había oído vuestra llamada, pero no sabemos el porqué de esta situación-.

Gimmi, escuchando atentamente les dijo- Veréis; habéis sido llamados por una razón de gran importancia, pues en este lugar están sucediendo acontecimientos que pronto afectarán a vuestro Mundo, y queremos avisar a la humanidad, ya que sus acciones nos están afectando profundamente, en unos pocos años de vuestro tiempo este Reino desaparecerá y con él vuestra supervivencia en la dimensión terrestre será extremadamente difícil.

- Y ¿por qué se nos llama a nosotros, solo somos dos simples mortales que no tenemos influencia ni poder sobre los nuestros?- dijo Antoine.

-Pero si estáis en sintonía con nosotros, con nuestra dimensión, desde que nacisteis fuisteis elegidos para venir aquí- dijo Gimmi- Antoine, sabemos que tu estudiaste las ciencias ocultas de los antiguos sabios, y que has estado en contacto con esta dimensión casi sin saberlo, pues te enseñaron a abrir portales para dejarnos pasar, usaste nuestras energías en tus rituales de magia blanca cuando estabas en la logia, tu maestro te dijo una vez que ibas a ayudar a unos "seres especiales", pues bien, ha llegado tu hora, esos seres somos nosotros, yo soy solo una pequeña muestra de la cantidad de seres elementales que pueblan este lugar, venid conmigo y os enseñaré este "mundo", que en realidad es el vuestro pero en otra dimensión, si supierais lo que nos costó separarnos, veríais que no somos tan diferentes en realidad-.

Josu estaba impresionado, ante su asombro Gimmi le dijo- Josu, tu has sido elegido por tu bondad, desde bien pequeño has estado en contacto con nosotros, sabemos que cuando eras un niño tenias un amigo especial, con el que jugabas, tus padres le llamaban amigo invisible, pero él se hacía llamar Gimmi, te eligió cuando eras un bebé porque sabía que algún día nos ayudarías, sé que ahora lo vas a hacer.-

-Efectivamente, Josu, yo fui tu amigo imaginario en tu más tierna infancia, por eso te dije que me conocías, fuiste muy feliz jugando conmigo y yo también, cuando creciste y ya no me veías te extrañaba mucho, amigo.-

-Acompañarme en este viaje a la tierra de la Buena Gente, os presentaré a muchos de los que aquí habitamos, sabréis el porqué de la existencia de la Ciudad de los Enanitos Amarillos y conoceréis secretos que nadie hasta ahora ha podido saber-

Gimmi alzó los brazos como en una reverencia, de repente el cielo se oscureció con unos nubarrones negros amenazantes, los rayos no paraban de surgir en el cielo violáceo de aquel Reino, invocando con voz potente a pesar de que la tenía infantil cuando se dirigía a ellos, dijo: - Gente Buena, señores de los elementos, tierra, aire, agua y fuego, permitirnos entrar en vuestro reino, abrir las puertas de la Tierra Elemental, los elegidos ya vienen, recibirlos como merecen-.

Antoine y Josu tragaron saliva, el cielo negro con los relámpagos asustarían a cualquiera, el miedo estaba a flor de piel, pero de repente todo paró y una puerta de color plateado apareció detrás del gran Roble donde apareció Gimmi, entonces con una reverencia les invitó a entrar por ella , un agradable aroma a flores salía de su interior, mezclado con el olor a lluvia, a tierra mojada y un ruido como de cigarras, todo mezclado en una amalgama de sonidos y olores harmoniosos  e impresionantes.

-Vamos allá, Josu- dijo Antoine, -Si, veremos que pasa- dijo Josu, entonces penetraron por la puerta plateada, detrás entró con ellos Gimmi, su aventura acababa de empezar de verdad...

Continuará...

 


CAERÁ LA LLUVIA

 


CAERÁ LA LLUVIA


Mirando por el cristal de la ventana,

recordando días felices,

días de anhelo, días de ensueño.

 

Tu sonrisa dibujada en el recuerdo,

tu  pelo a contraluz del tiempo,

oyendo el sonido de tus silencios.


Soñaba con aquellos momentos

donde no existía el dolor

de tu ausencia impuesta

por la acusada impaciencia

de sentimientos encontrados

y de esperanzas no halladas.

 

Caerá la lluvia, eso pensaba,

pero el prado donde nos conocimos

sigue seco, baldío sin vida.


Nuestros sentimientos sin regarlos

con las risas y cariños de antaño

languidecen por la sequía 

de un amor rutinario, 

de pequeños gestos ufanos,

de palabras dulces y sencillas

que llenan el corazón acartonado.

 

Caerá la lluvia en algún momento,

pero la espera se hace eterna,

pues el agua de vida cada día 

en más tardía.

 

El corazón se seca y muere

la esperanza de revivirlo

con la lluvia de tu sonrisa, 

de tu alegría lejana, perdida

en la niebla de la vida,

que no deja ver el horizonte,

que nos esconde de la luz,

del cielo y de la noche estrellada.

 

Pero caerá la lluvia

y limpiará nuestros pesares,

arrastrará los desechos

de nuestros desamores,

traerá la vida a nuestros corazones.

 

Si, algún día caerá la lluvia

y regará nuestro campo yermo

de esperanzas e ilusiones.

 

Si, caerá la lluvia... 

 




jueves, 12 de octubre de 2023

UN PASEO EXTRAÑO CAPÍTULO 5

 


Antoine y Josu quedaron esa misma semana en ir a visitar las collas de la Sierra donde Josu experimentó aquellas experiencias tan extrañas.

Ese mismo sábado era Luna llena y Antoine realizo los preparativos para ir esa madrugada a aquel lugar, se llevó la copia del Codex Elementaris, aunque lo conocía bien, nunca se sabía si le sería útil para poder entablar contacto con aquellos seres que fijaron su atención en Josu.

Antoine se sentía nervioso, su intuición le decía que tenía que llevar alta protección energética porque algo muy fuerte acechaba en aquel lugar, ya había ido muchas veces y su desasosiego en algunas zonas concretas de las collas nunca lo había logrado superar a pesar de haber dibujado los símbolos de poder en la cueva y en las rocas en las que detectaba mayor concentración de energía telúrica.

A pesar de saber todo lo concerniente a estas energías estaba siempre alerta porque era humano y por lo tanto susceptible de caer en manos de los poderes elementales y aquel lugar era un lugar de poder.

Josu se sentía aliviado porque una persona con conocimiento como Antoine hubiera accedido a ayudarle en este tema tan extraño, no esperaba que alguien pudiera saber algo de lo que le ocurrió, parecía que el destino hubiera puesto a Antoine en el camino de Josu para poder resolver este problema tan extraño que sin haberlo buscado, lo había encontrado o "elegido" a él.

Con una pequeña mochila con provisiones para pasar la noche y algo de abrigo, pues estaban en Abril, salieron del pueblo a las dos de la madrugada, en noche cerrada, las calles estaban vacías, el silencio parecía mayor de lo normal, sus pasos al cruzar las calles resonaban fuertes sin pretenderlo, pero no se cruzaron con nadie a esas horas, algo extraño en un pueblo tan grande, pero así fue, solo a lo lejos de oía el camión de la Basura a unas manzanas de donde caminaban.

En unos veinte minutos se adentraron en las afueras del pueblo en dirección a la Sierra. Decidieron ir por un atajo que atravesaba un camino bastante agreste pero que les llevaría por el medio del monte, pues tampoco querían encontrarse con nadie a esas horas y yendo por la carretera igual la policía los encontraba, no querían preguntas incómodas ni mentir, por eso decidieron ser discretos.

Llegaron a la entrada del lugar donde estaban las collas, en todo el camino estaban oyendo los grillos y los mochuelos, incluso a lo lejos se escuchaba el pitido inconfundible del autillo, era una noche limpia, estrellada, hacía una temperatura agradable para la época del año, el aire olía a primavera, a pesar de que la sequía incesante no dejaba crecer los árboles y la hierba de la Sierra, pero la belleza del lugar a la luz de la Luna era sobrecogedora.

Caminaron por una senda hasta llegar a la cueva donde estaba el símbolo de la estrella de cinco puntas con los tres seises, Antoine se sacó un saquito de hierbas que tenía en la mochila y puso en un cuenco de madera unas cuantas, procedió a vaciar el saquito en el cuenco y haciendo un pequeño ritual con las manos encendió una cerilla y quemó las hierbas, entonces con el humo siguió la forma del dibujo dejando el cuenco en el suelo acabando de quemar el resto.

Al momento se hizo el silencio en la zona, no se escuchaban grillos, ni mochuelos, ni Autillos, nada, solo una pequeña brisa que movía la hierba de una forma lenta pero continua.

Antoine dijo- He abierto una puerta para que ellos vengan a nosotros, así nos será más fácil el contacto- Josu empezó a tener miedo, no sabía a lo que se iban a enfrentar, aunque lo intuía.

A los dos minutos emprendieron de nuevo la marcha hacia las collas de agua, escuchaban el movimiento de matorrales a su alrededor y como si alguien susurrara de manera casi inaudible, en un idioma que no podían entender.

Atravesaron los bancales quemados que ya solo eran cenizas esparcidas por los mismos, entre árboles secos y carbonizados, entre ellas brotaban matas de esparto, ruda y tomillo, pues aun a pesar de no haber llovido la fuerza de la vida simplemente con el rocío de la madrugada las hacía crecer, su verde destacaba en el paisaje ceniciento del incendio de hace unas semanas.

Cogieron el sendero de las collas, llevando cuidado en no meterse en ninguna, a pesar de que llevaban poca agua, se podían mojar hasta medio cuerpo si se sumergían en ellas.

Cuando llegaron a la zona donde Josu vio la "Ciudad de los Enanitos Amarillos" vieron que allí solo había una roca enorme irregular, con aristas en sus bordes y desgaste de miles de años por la erosión.

Josu le dijo a Antoine- No puede ser, cuando vine aquí había una especie de cueva hecha por la erosión del aire con las paredes de color amarillo y con cuevecitas hechas por el viento de siglos en la base, no lo entiendo-.

Antoine sacó de la mochila el Codex Elementaris y lo abrió por el medio, entonces pronunció en latín unas palabras - "Invoco vos creaturas regni bonorum hominum, dic petitiones vestras, subvenire nobis"-

El silencio se volvió denso, casi se podía cortar con un cuchillo, entonces un viento violento se levantó de repente y empezó a chocar contra la roca, un pequeño hilo de luz empezó a aparecer en medio de la misma como si se estuviera cortando, cada segundo que pasaba se hacía más grande y una luz amarilla salía de su interior que empezó a iluminar parte el valle de las collas, un sonido atronador salía del corte de luz de aquella gran piedra, entonces al acostumbrarse a ver en el resplandor que emitía aquella grieta luminiscente divisaron dentro una puerta de color verde, cuya iridiscente color refulgía en el amarillo de la luz.

Antoine y Josu escucharon en ese momento una voz que les decía,- podéis pasar, estáis invitados al Reino de la buena Gente, no temáis, tenemos asuntos que tratar, habéis sido elegidos-.

Dudaron en entrar en la grieta de la puerta verde, pero Antoine recordó las palabras que un día le dijo su maestro de la Logia Blanca_ Antoine, algún día seras llamado para ayudar a seres especiales, eres un elegido, no sé cuando será, ni quienes te llamarán, pero un tu aura lo he leído, estate atento a las señales-

Su ánimo se encogió al entrar en la puerta, cogió la mano de Josu, que estaba como en shock y se adentraron dentro de la puerta verde, entonces vieron como detrás de ellos la grieta luminosa se cerraba y la puerta se abría para entrar en una luz que había disminuido su intensidad, ahora era azulada, de repente todo se oscureció y escucharon como el sonido de un corazón, bum bum bum, notaron calor y como si tiraran de ellos hacía un túnel donde no se veía el final.

En unos segundos que les parecieron eternos se dieron de bruces al atravesar ese túnel con un suelo que parecía de hierba, pero que emitía luz. 

Miraron a su alrededor y ya no estaban las Collas, ni la sierra, era como una campiña extensa de hierba luminosa, con pequeñas setas igualmente luminiscentes repartidas por toda ella, el cielo era de color verde y no era de noche, había una luz que lo iluminaba todo pero no se sabía de donde venía, a lo lejos se veían unas montañas, pero donde estaban ahora era una planicie extensa, sin edificios, ni nada, excepto las montañas del horizonte.

Continuará...