La tarde era fresca y despejada, poco a poco la luz del ocaso se iba volviendo cada vez más roja, ya casi no se veían los árboles de la colina cercana a su casa, pronto llegaría el invierno y él, a sus 95 años, cada vez se sentía más frío y cansado.
Cuando miraba hacia la ventana de su cuarto, sobre todo cuando languidecía la tarde, en realidad no miraba el paisaje mil veces visto, en realidad miraba hacia dentro de sí mismo, hacia sus recuerdos, hacia su vida pasada en la que ya pocos recuerdos lúcidos le permitían sentir que la había vivido.
Ya hacía un par de años que le habían diagnosticado alzheimer y aunque era consciente en parte de lo que le pasaba, no le daba importancia, y cada vez menos, sabía que tenía gente a su alrededor que le cuidaba, pero no podía recordar ya los nombres, a veces ni siquiera las caras. Lo que si recordaba era su juventud, sus aventuras en la niñez, las penas que pasó en la guerra, en su lucha por sobrevivir en la gran crísis de los años 20 de este siglo. Recordó a su mujer con 20 años, tan guapa, tan joven y tan alegre, recordó a sus hijos, los que tanto le costó poder engendrar, mezclaba los recuerdos de la juventud con los de la madurez y se dio cuenta que ya se iban diluyendo en su mente, como lágrimas en la lluvia, pensó que era mejor dejar correr aquellas imágenes y disfrutar del momento, porque seguramente ya nunca más las vería, entonces recordó aquella vez que su padre le regaló por navidad un camión con luces, con claxon, con mando que corría sin cables y a pilas y sintió la emoción de ese momento, y los vió, jóvenes, alegres y despreocupados, y así quería recordarlos allá donde fuera en su último instante de vida.
Se dio cuenta que ya nada importaba, que todo había pasado y que ya el futuro no era posible para él, había acabado su misión, se sentía obsoleto e innecesario a la vez que la enfermedad le borraba lo que le hacía ser persona, entonces se dejó llevar, y poco a poco, recostado en su cama, rógandole a lo poco que recordaba de un Dios nunca visto pero si creído, que le llevara con Él, o por lo menos a su Reino.
Su corazón se paró en el instante en que recordaba la carita de su hija y de su hijo cuando salieron del vientre de su madre, y una sonrisa se le dibujó en el rostro, se quedó con los ojos abiertos y entonces un último suspiro con un "adiós" inaudible llenó la sala donde yacía. Murió a las 11:26 de la noche.
De repente se sintió ligero, se sintió como una pluma, tiraban de él a toda velocidad hacia una luz que lepareció infinita por un tunel que no era tal pero así lo parecía y en su cabeza solo oía una voz, le decía : ¡Atraviesa la luz!, ¡Atraviesa la luz! y él, aunque no sabía de donde procedía esa voz, sintió que debía obedecir y lo hizo, de repente, todo se cegó, se oscureció y oía un Pum, Pum, Pum, muy rápido, se sentía cálido y húmedo, veía la luz, sentía que tenía que ir hacia ella y algo caliente oprimía su cuerpo, no veía nada, solo sentía que le empujaban, quería ir hacia esa luz pero le costaba mucho tiempo llegar, por fín, atravesó la luz por un túnel que le pareció muy estrecho en donde apenas cabía, entonces salió del tunel y sintió todo el frío del mundo, una potente luz cegándole en la cara, muchas voces y de repente ¡plas!, el dolor, entonces su llanto resonó por toda la habitación donde había salido a la luz, abrió los ojos y vio la cara de su madre, y sintió que la acercaban a ella, que lo comía a besos, y antes de que se le olvidara todo de nuevo sintió que había regresado, estaba en casa otra vez.
2 comentarios:
Precioso, Juanma. Me ha gustado.
Y a propósito de Alzheimer, investigacionbes recientes barajan la posibilidad de que tan terrible enfermedad pouede estar originada por ciertos alimentos. Seguiremos atendiendo; es un tema muy interesante, sin duda.
Un saludo.
Gracias, de verdad, vuestros comentarios me animan a seguir escribiendo en el blog, y sobre lo que dices de los alimentos, es posible, mira el mal de las vacas locas causado por un príon, una proteina infecciosa creada por su propio cuerpo al incitar a las vacas a alimentarse de carne, de la suya, creo que por ahí andan los tiros. Un abrazo.
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