NAVIDAD
Los escolares están contentos y eufóricos. Se acerca la Navidad, lo que les deparará dos semanas de vacaciones. El frío, el escaso y simbólico frío de Crevillent que, salvo excepciones, cabe en la palma de una mano, comienza a sentirse, ayudando a crear el clima adecuado para la celebración de estas fiestas.
El día 22, el del sorteo de la lotería extraordinaria de Navidad, es el primero de las vacaciones. El personaje de esta narración dedica estos primeros días de asueto a recorrer las casas donde han instalado belenes. Belenes con más o menos figuritas, mayores o menores, pero todos maravillosos, de ensueño, en los que en cada hogar le dan su toque personal en la distribución de las figurillas que lo componen. El niño es imaginativo y soñador, le gusta fantasear y siente como, poco a poco, se va volviendo cada vez más pequeño hasta alcanzar el tamaño adecuado para poder penetrar en aquel diminuto mundo cubierto de una falsa nieve hecha de sal gorda o algodón en rama; sentirse uno más de estas figuras de barro que, mágicamente, van cobrando vida: pastores, lavanderas, rebaños de ovejas...y unirse al cortejo de los Magos que siguen la ruta que les marca una estrella, para llegar con ellos al fondo de aquel pequeño escenario donde se encuentra, en una cueva hecha con gordos leños, el Belén o Nacimiento. A la entrada de la gruta, en lo alto, un ángel con un clarín anuncia la Buena Nueva y dentro, sobre el lecho de paja de un pesebre, al calor del aliento de la mula y el buey y bajo la atenta mirada de José y María, el Niño, rubio y regordete, sonríe esperanzando al comienzo de una vida que marcará el rumbo de la humanidad.
En la noche del Dia de Nochebuena las familias se congregan para celebrar la entrañable y hogareña festividad. No importa que el hogar sea humilde, en esa noche siempre se hace un esfuerzo. En donde no pueden comprar turrón lo suplen con castañas y boniatos asados, y dátiles hervidos que, dulces como la miel, saben a gloria y, para regocijo de la chiquillería, llega el momento de preparar las palomitas de maíz (les rosetes) hechas en una sartén y a cuyo alrededor se agolpa la muchachada a la espera de que empiecen a reventar como blancas flores de algodón que saltan por los aires si previamente no se las tapa con cuidado. Allí, alrededor de la mesa, se bromea, se ríe y se cantan villancicos, a veces con una pizca de picardía, merced a los vapores del buen vino de la tierra que se ha consumido generosamente durante la cena, villancicos como estos:
L'aguilando pixandango
antarem esta semana
i anirem a ca'l tio Tano
que mos done l'aguinaldo.
L'aguinaldo d'Elx,
dátils calentets,
anous i castanyes
i pataconets,
una agüela en curios
i tots en curiets,
el mestre d'escola
en tots els xiquets.
Viva el niño hermoso
que nación en Belén
que viva María
y san José también.
En el portal de Belén
hay un viejo haciendo migas,
por delante y por detrás
se le ve la longaniza.
*No se ha tenido en cuenta la traducción al valenciano estándar de los villancicos que a continuación se pueden leer para mantener, así, su peculiaridad e idionsincracia.
La noche va transcurriendo feliz. A las doce, algunas familias van a la parroquia de Nuestra Señora de Belén para asistir a la misa del Gallo. La gente está alegre y es más amable que de costumbre, se desean unos a otros felices fiestas, olvidando viejos agravios.
- Mamá -pregunta el muchacho- ¿Por qué la gente es más feliz en Navidad?
- Porque nace el niño Dios, que nos enseña a amarnos como hermanos a todos los hombres.
- pero he oído decir a alguien que eso es una superstición, que Jesús era un hombre y no Dios.
La madre, tras unos momentos de recapacitación, le responde:
- Mira, hijo mío, yo no te puedo asegurar, aunque yo sí lo creo, que Jesús fuese realmente Dios o solamente su hijo, el Mesías; pero su doctrina es tan bella y tan justa y su ejemplo tan sublime que, aunque no lo sea, es el único hombre que tiene todos los méritos para serlo, por lo que debemos considerarlo como si realmente lo fuese.
- Desde el fondo del establo el Niño sigue sonriendo, como si escuchase satisfecho la conversación entre la madre y el hijo.
Por las calles del pueblo, en la oscuridad de la noche, se escuchan las voces de los fieles que, en la Misa del Gallo, entonan cantos de aleluya, como de coros de ángeles que se expanden anunciando a los crevillentinos la Buena Nueva.
Manuel Martínez Montoya
De su libro "Recuerdos" publicado en 2004
2 comentarios:
Magnífico, Juan Manuel, tu y yo y muchos crevillentinos valoramos a este escritor nuestro.
Muchas gracias por volver a recordar esta pieza de oro de nuestro cresolano.
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