domingo, 7 de julio de 2024

UN PASEO EXTRAÑO CAPÍTULO 30

                        

 La barca de Caronte se iba alejando de la orilla, Josu y Antoine notaban como se les iba nublando el pensamiento, se les quedaba la mente en blanco, su último recuerdo fue la imagen de El Errante, despidiéndose de ellos en aquella laguna negra y extraña, el ruido de los remos era monótono, no había viento ni movimiento de las aguas, la travesía transcurría serena.

Nuestros dos amigos, junto con Gimmi transformado en Duende, atado al tronco, empezaron a quedarse como vegetales, quietos, inmóviles, como zombis agarrados al pasamanos de aquella barca siniestra.

Caronte permanecía impávido, realizando su trabajo monótono de remar hasta la otra orilla, que aún no se divisaba.

La niebla iba cubriendo la superficie de la misma, Josu y Antoine se quedaron mirando a un punto del vacío como extasiados, no hablaban, no se movían, parecían estatuas vivas, su respiración delataba que estaban en esa condición.

Gimmi empezó a moverse frenéticamente, de repente dijo: ¡Josu, Antoine, soltadme, no sé que me ha pasado, soy yo, Gimmi!, ¡No me reconozco, pero ahora recuerdo quien soy, porqué estoy con vosotros!, ¡soltadme!.

Debido a que bebió del agua del olvido, su cuerpo parásito, el de Duende olvidó todo lo vivido hasta ese momento, entonces afloró el verdadero espíritu elemental de Gimmi, el Gnomo, el elemental de tierra que siempre fue, ahora podía recordarse a si mismo, fuera de la influencia del Duende, era difícil de creer, pero así pasaba.

Gimmi quería liberarse, pero Josu y Antoine tenían la mente en blanco, no comprendían que les estaban llamando, ni siquiera entendían nada de lo que les hablaran, Gimmi estaba desesperado, solo tenía esta oportunidad para hablar con ellos y decirles como podían liberarlo de su duende parásito.

Con desesperación miró al impávido rostro de cuencas vacías y oscuras de Caronte y con una súplica le pidió: -Barquero, por favor, libérame de estas ataduras para poder ayudar a mis amigos, yo sé como me puedo curar, debo decírselo o estaré perdido, solo tengo esta oportunidad-. 

Josu y Antoine giraron la cara con la mirada vacía hacia Gimmi, sus bocas babeaban, estaban totalmente idos, el efecto del agua era muy fuerte, Gimmi les gritaba: -¡Despertad, amigos, soy yo, Gimmi, ahora puedo hablar, tenéis que ayudarme!.

Pero Josu y Antoine poco podían hacer ya, hasta que no llegaran a la orilla y pasara un rato no podrían recuperar su conciencia, las normas de la Barca de Caronte eran claras, tenían que olvidarlo todo mientras transitaban, una vez en la orilla recuperarían sus recuerdos, en la barca debían permanecer inmóviles, sin ellos.

La excepción era ahora Gimmi, el efecto del agua no era para su auténtico ser, sino para su huésped maligno, esto dejó desconcertado a Caronte, que por primera vez en miles de años veía este caso en su barca.

También por primera vez decidió hacer algo al respecto, bajó de su banco situado en la popa de la barca y se dirigió, con el remo en la mano izquierda hacia donde yacía Gimmi, extendió su mano y con un movimiento imperceptible para el ojo humano o elemental, desató las cuerdas que inmovilizaban a Gimmi, con voz cavernosa le dijo: - Intenta despertar a tus compañeros, debes decirles tres palabras para deshacer el efecto del agua del olvido, una vez despiertos debes instruirlos para que te puedan curar de tu parásito duende, entonces dile que te vuelvan a atar, al llegar a la orilla este ente volverá y te dominará, ¡hazlo rápido!, las palabras son estas, -¡qué Zeus me perdone!-: " liberate te ab morpheus".

Gimmi se acercó a sus amigos y con toda la solemnidad que pudo, a pesar de tener las cuerdas vocales de un desagradable duende, con voz socarrona y cavernosa dijo las tres palabras "libérate de Morfeo".

A los pocos segundos Josu y Antoine empezaron a moverse, se limpiaron la baba que les caía de la boca, se incorporaron y tosiendo, con la mirada vidriosa de sueño pero casi conscientes, miraron a Gimmi y retrocedieron asustados, Gimmi les dijo: - No temáis, soy Gimmi, ahora pienso como Gnomo, el duende que me ha poseído está dormido en mi interior, ahora soy mi verdadero yo en mente, pero nos queda poco tiempo, gracias a Caronte os he podido despertar, ahora escuchad atentamente, tenemos poco tiempo, para poder liberarme de mi parásito, existe una fórmula mágica que debéis realizar una vez toquemos tierra en la otra orilla, antes de llegar debéis volver a atarme, dibujaréis en la arena pedregosa un círculo y me introducís dentro de él, una vez dispuesto tenéis que invocar a Gaia mediante esta oración:

 "¡Oh Diosa de todo lo creado, intercede ante estos mortales y elementales para liberarlos de todo mal, de toda influencia negativa, todo te pertenece, todo gira en tu vientre sagrado, haz que así sea, por los cuatro elementos de tu creación, por los doce poderes del Universo, concédenos nuestra plegaria! Relinque hoc corpus, repraesentativum mali!".

Si me liberáis entonces podremos cruzar el portal de la Cueva hacia el mundo terrenal, sino ha sido así me dejáis allí y cruzáis vosotros, sin mirar atrás. ¿Entendido?-.

Josu y Antoine asintieron sin mucho entusiasmo, Caronte permanecía impávido en su banco, remando sin cesar, la niebla siguió cubriendo todo el horizonte.

A lo lejos divisaron una pequeña luz entre aquella impenetrable niebla, ¿sería la otra orilla?, era extraño, parecía que se acercaba más rápido de lo que la barca iba navegando.

En efecto, la luz se acercaba y no divisaban aún nada entre la niebla hasta que estuvo pegada a su barca, por increíble que pareciera era otra barca, iba vacía, solo tenía colgado un farol de aceite que brillaba en aquella oscuridad de semipenumbra de la Estigia, Caronte con su remo paró la barca y la juntó a la suya, alargó su mano y con un rápido movimiento cogió el farol y lo colgó en uno de los lados de la barca, iluminando su interior, con voz cavernosa dijo: - Este es el farol que nos iluminará para poder desembarcar en la otra orilla, siempre lo dejo en mi otra barca por estos lugares de la laguna, así sé que estoy llegando, ahora la otra barca volverá a la orilla opuesta para luego cambiarla cuando algún desencarnado requiera mis servicios-.

Nuestros tres amigos se quedaron estupefactos viendo esta escena, no tenían esperanza de ver ninguna luz en aquel lugar, pero hasta Caronte la necesitaba, por lo tanto no estaba perdida la esperanza en salir de allí, ya quedaba poco.

Antoine y Josu acabaron de espabilarse, parecían con la energía renovada, Gimmi estaba asustado, temía que de un momento a otro se transformara en quien no quería, estaba ansioso por llegar.

-Atad a vuestro amigo- dijo Caronte,- aquí acaba la Laguna Estigia, una vez toméis tierra debéis dirigiros a la Cueva que existe a unos quinientos metros de ella, una vez entréis no miréis atrás o no podréis regresar jamás, esto es muy importante-.

La niebla seguía densa, poco a poco divisaban un atisbo de la orilla, pero estaba oscuro, en aquel lugar no habían fuegos fatuos en el agua, no había apenas luz, solo el farol de Caronte iluminaba un poco alrededor de la barca y su interior, aquel levantó su farol e iluminando hacia delante vieron como las pequeñas olas de la Laguna chocaban con la orilla, el silencio era angustioso, solo el ir y venir de esas olas y los remos sonaban, ni viento, ni nada de nada, estaban asustados.

Caronte encalló la barca en la orilla, bajó con el farol y puso la escalera de madera para que bajaran nuestros amigos, inmediatamente sujetaron a Gimmi, lo volvieron a atar, pero ahora de pies y manos, sin el tronco.

El barquero se subió a s barca y sin decir adiós tomó su farol, subió la escalera y se dispuso a remar hacia la orilla contraria, no miró atrás, sin importarle nada ni nadie, ya había cumplido su trabajo.

Gimmi empezaba a comportarse de manera extraña, hacía muecas con su cara de duende, se le afilaban los rasgos de forma maligna, con miedo dijo:- ¡rápido amigos!, está volviendo mi parásito duende, empiezo a olvidar, se me nubla el pensamiento, ¡realizad el conjuro que os dije! ¡Liberarme!-.

Inmediatamente Antoine cogió una piedra afilada que había en la orilla y con un movimiento rápido trazó un círculo en la arena, introdujeron a Gimmi en el mismo, se retorcía como una oruga queriendo hacer su capullo, cada vez era más violento, Josu quería ayudar a Antoine, no sabía que iba a pasar ahora, solo tenía claro que debían invocar el conjuro que Gimmi les había dado, para poder liberarlo de su oscuridad debían obrar con toda la buena intención, eso era primordial.

Antoine se dispuso a recordar el conjuro que les había enseñado Gimmi, se concentró en él, pero aún quedaban restos de los efectos del agua del olvido en su mente, no podía concentrarse, entonces le dijo a Josu:- Josu, tienes que decirme el conjuro que nos ha enseñado Gimmi, recítalo y yo pondré la intención con mis poderes para poder realizarlo, confía en el poder de tu palabra, !ahora tu vas a generar la magia¡.

Josu se irguió, penso en Xena, en Guimmi, en las aventuras vividas, quería que todo cambiara, liberar a su amada, concentró todo su anhelo y amor en lo que iba a decir, alzó su puño derecho haciendo el símbolo de la higa y enseguida se iluminó el mismo con una luz blanca, con voz solemne dijo:

 ¡Oh Diosa de todo lo creado, intercede ante estos mortales y elementales para liberarlos de todo mal, de toda influencia negativa, todo te pertenece, todo gira en tu vientre sagrado, haz que así sea, por los cuatro elementos de tu creación, por los doce poderes del Universo, concédenos nuestra plegaria! Relinque hoc corpus, repraesentativum mali!"-.

 El círculo donde estaba Gimmi duende empezó a brillar intensamente, iluminó todo su alrededor, a lo lejos vieron la cueva, también sombras que se movían hacia ellos, pero no podían atender esta visión, debían concentrarse en exorcizar a Gimmi, este cambiaba de color, iba brillando con la luz blanca, su color verde iba desapareciendo, se retorcía de dolor y un hilo de sombra negra que salia de su boca iba alejándose hacia arriba, como si saliera el mal por allí, la intensidad de la luz era cada vez mayor, tanto que en una explosión de la misma todo se quedo cegado por ella,  se oscureció como nunca y con los restos de luz del círculo sagrado que hizo Antoine se iluminaba el cuerpo ahora si restablecido de nuestro querido Gnomo Gimmi, su oscuridad se había ido, volvía a ser Elemental, un Gnomo de Tierra.

Con un salto se incorporó y dio gracias a sus amigos y a la Diosa creadora por haberlo liberado, pero no podían perder el tiempo, debían salir del bajo Astral, dirigirse al portal, la cueva que les llevaría al mundo humano.

Corrieron entonces hacia ella, pero antes de llegar vieron que cientos de sombras estaban tapando su entrada, cuando adecuaron su vista a esa nueva oscuridad vieron que habían Duendes acechando en la entrada de la misma, Seres Sombra volando a su alrededor y en una de las esquinas de la entrada estaba ella, Xena oscura, acechándoles para acabar con ellos antes de entrar en el portal liberador.

Quedaron aterrados, ya no sabían como iban a salir de esta, ahora si estaban perdidos, nadie podía ayudarlos, estaban en el extremo más cercana a la dimensión humana y no podían salir de allí.

Antoine entonces le dijo a Gimmi y a Josu,:- ¡Ha sido un placer conoceros, amigos, si este es el final, hemos luchado como guerreros hasta las últimas consecuencias, siento no poder haber liberado a tu amada, Josu, ahora preparémonos para irnos a donde nos lleve el Astral!.

Josu sintió de repente que su cuerpo recibía una energía tremenda, sus fuerzas se renovaban, se sentía poderoso, pensaba en Xena hada, en su belleza, pensaba en su Ángel de la Guarda, el que le salvó del Arconte, inconscientemente lo estaba llamando, ¡un ángel de la guarda siempre viene a ayudar!.

Un rayo iluminó la escena y en un segundo tres Ángeles aparecieron detrás de Josu, con sus espadas flamígeras, con  su mirada guerrera, sus alas extendidas en forma de v, amenazadoras para sus contrincantes.

Los tres Ángeles les dieron a cada uno de nuestros amigos una espada de fuego, sin mediar palabra, asintiendo con la cabeza, mirándolos a los ojos les dieron la orden de atacar a los Duendes y Seres Sombra.

Con un grito ensordecedor nuestros tres amigos en un arrojo de valentía impresionante, con sus nuevas espadas de fuego se dirigieron a luchar contra estos seres oscuros, cuando llegaron empezaron a partir cráneos, cuerpos, brazos y piernas, sin piedad, hacían desaparecer a los Seres Sombra, los Ángeles atacaron sin piedad a los Hombres del Sombrero que iban detrás de su "tropa" de Seres Sombra ensotados, con unos magníficos mandobles los partieron por la mitad, liberando almas atrapadas en estos horribles entes.

Xena alzó el vuelo y con sus rayos rojos iba apuntando a nuestros amigos que con destreza esquivaban, uno de ellos le dio a Josu en un brazo, cayó con mucho dolor pero se incorporó y con su espada iba repeliendo los mismos.

Uno de los Ángeles se acercó a Xena para intentar cortarle las alas con su espada, pero ella fue más rápida y le dio con sus rayos en el centro de su pecho, este cayó de espaldas al suelo, quedó inerte y Josu corrió a ayudarlo, Gimmi le dijo:- ¡Corre hacia Xena, corta sus alas, solo así podrás vencerla! ¡yo ayudo al Ángel!-.

Gimmi atendió al Ángel herido, con sus conocimientos en medicina elemental le impuso las manos y logró restablecerlos, pues también él era de su misma naturaleza, aunque de inferior rango.

Xena voló veloz hacia Josu, quería matarlo, no ella, sino la Daemon que la poseía, sin miramientos Josu levantó su espada y con un movimiento de mandoble logró tocar su ala derecha y cortarla, inmediatamente Xena rodó en el aire y cayó con fuerza, levantando mucho polvo.

Josu no pensaba ahora en su amada, su rabia se concentraba en liberarla de aquella Daemon parásita, sabía que venciéndola podría sacar a su amada de su posesión.

Cuando se disipó el polvo vieron que Xena se erguía con lentitud, le faltaba un ala, sus ojos encendidos de rabia le hicieron cambiar su rostro, se le hizo más agresivo y feroz.

Antoine estaba luchando con varios duendes, Gimmi acabó de curar al Ángel, los otros Ángeles luchaban con los Seres Sombra, Xena iba a por Josu, pero aquel no se amedrentaba, la estaba esperando con su espada.

Xena se abalanzó hacia él, con una velocidad supersónica , lanzando rayos rojos de energía por sus ojos, Josu los evitaba y paraba con el fuego de la espada, hasta que se puso a su altura y mirándola a los ojos encendidos le clavó la espada en el vientre, Xena se quedó inmóvil, con cara de sorpresa empezó a iluminarse con un halo rojo, su vientre se abría en una luz negra, por esa grieta se escapaba un humo oscuro con dos ojos rojos entre él.

Cayó de rodillas y en una explosión de ira y rabia desapareció, en su lugar cayó una joven desnuda, con el pelo rubio y de piel blanca, con una hermosura pocas veces vista.

¡Era Xena!, la Daemon se había ido, pero con ella se había llevado su condición elemental, ya no era un hada, ahora era humana.

Josu se quedó estupefacto, rápidamente cogió una chaqueta que llevaba en su mochila y la tapó, Antoine y Gimmi junto con los Ángeles seguían luchando con los Duendes y Seres Sombra, los hacían retroceder, justo cuando Xena explosionó, empezaron a retroceder, se alejaron y los dejaron en paz.

Los tres Ángeles guardianes se juntaron y le dijeron a Josu:- Ya hemos cumplido nuestra misión, ahora debes coger a tu amada y volver a tu mundo, aun queda mucho por hacer, tú eres un elegido para restablecer la armonía entre nuestras dimensiones, el mal no debe triunfar, ahora tu mundo está siendo invadido por ese mal desde esta dimensión, siempre estaremos aquí para ayudarte, te habla Daniel, mis hermanos son Raziel y Cassiel-.

Rápidamente nuestros tres amigos, junto con Xena, que Josu llevaba en brazos se dirigieron a la Cueva, querían atravesar el portal lo más rápido posible, Josu lloraba de emoción al tener a Xena en brazos, no era hada, pero era la mujer más hermosa que él hubiera visto nunca, estaba desmayada, pero viva, ahora era como él, humana, no podía haber pedido nunca nada mejor que esto, aunque fuera en realidad una pérdida, pero nadie sabía el porqué de lo que pasaba, solo lo averiguarían cuando llegaran a su mundo y Gimmi al suyo, aún debían saber muchas cosas más.

Penetraron en la Cueva y sintieron como si les tiraran hacia adentro, en un momento entraron en un oscuro túnel que iba girando vertiginosamente, empezaron a dar vueltas en él, hasta que desaparecieron en la lejanía del mismo y con un golpe brusco cayeron de bruces en el suelo duro de tierra firme, el aire olía a pinos, los grillos cantaban, se escuchaban mochuelos y autillos, tardaron un tiempo en reaccionar, Josu no soltaba a Xena, que parecía estar despertando.

Gimmi tenía su aspecto habitual, Antoine estaba exhausto, pero contento, habían salido del Bajo Astral, todos, en diferentes condiciones, pero allí estaban.

Se levantaron y miraron a su alrededor, el lugar les era conocido, estaban en la Sierra, en una pinada, justo al lado de la cueva de Tia Paua, no podían creerlo.

Ahora debían devolver a Gimmi al mundo elemental y recuperar el libro de Antoine, tenían que hablar con las hadas para ver que pasaba con Xena y seguir recibiendo las enseñanzas que el Fauno les instó aprender.


Continuara...


 



1 comentario:

Anónimo dijo...

Me a gustado mucho. La acción del capítulo hace que se lea en un plis plas.