martes, 27 de agosto de 2024

UN PASEO EXTRAÑO CAPÍTULO 32

 


 Josu cogió en brazos a Xena, ella lo miraba extrañada, su cansancio era extremo, apenas podía ponerse en pie, por eso optó por dejarse ayudar por aquellos "desconocidos".

Anduvieron unos veinte minutos, Antoine con las mochilas y Josu con Xena, optó por subirla a su espalda para poder llevarla mejor, Antoine le colocó bien la chaqueta para tapar su desnudez y poco a poco llegaron a la puerta de la cueva de Tía Paua.

Antoine tocó tres veces en la misma, parecía que no había nadie, el silencio se podía cortar con un cuchillo de lo denso que era, ni siquiera se oía el sonido de la brisa en los pinos, era de madrugada, era extraño no oír ningún sonido de ave nocturna, ni aire, nada.

Los segundos transcurrían lentos, nadie habría la puerta, pasó un minuto y empezaron a sospechar que no iba a abrir nadie, pero de repente, un ruido en el cerrojo de la puerta seguido de un pequeño movimiento de la misma delataron que había alguien detrás de la misma.

Al girar el cerrojo la puerta se abrió lentamente, no se veía a nadie abrirla, cuando estuvo abierta en la mitad de su recorrido, una mano de mujer, con restos de sangre se vio cogiendo la manivela de la misma.

Rápidamente Antoine la abrió, justo en el momento que Tía Paua, también llamada Lola, se desplomaba encima de nuestro amigo, iba con la ropa destrozada, la cara ensangrentada con moratones en la misma, las manos llenas de cortes supurando sangre, estaba malherida.

- ¡Lola!, ¿qué te ocurre? ¿qué te han hecho?- dijo Antoine.

Josu, con Xena encima de su espalda hizo un movimiento para dejarla en el suelo de la forma más suave posible, con la cara desencajada por el espanto de la visión del estado de Tía Paua intentó ir a ayudar lo más rápido posible.

Antoine la sujetaba por la cabeza, estaba tendida, intentado balbucear, sin fuerzas, no se le entendía lo que decía, parecía estar muy afectada por la tremenda paliza que le habían dado.

-Descansa, Tía Paua, estamos aquí para ayudarte, vamos a curarte las heridas- dijo Josu-¡Qué bien nos vendría ahora Gimmi!-.

Antoine cogió las mochilas, entraron los tres en la casa; Xena se sentó en la cama de Tía Paua, no comprendía nada, pero estaba horrorizada por el dantesco panorama que tenía delante.

Tía Paua estaba tendida en el suelo, intentaron levantarla, le dolía todo. Pusieron unas sábanas que encontraron en un armario encima de la cama y sentaron a Xena en un sillón que había al lado.

Calentaron agua, con trapos intentaron limpiar las heridas de la curandera, ella permanecía con los ojos abiertos, estaba en shock, parecía no poder hablar.

Con paciencia la lavaron, le curaron las heridas con ungüentos que encontraron en las estanterías, Antoine conocía algunos que servían para curar, pues no llevaban antisépticos ni vendas.

La casa no parecía desordenada ni con signos de haber sido allanada por ladrones o maleantes, todo parecía estar en su sitio, por eso estaban muy extrañados del estado de Tía Paua, era todo muy raro.

Le cambiaron la ropa y la dejaron descansar, Antoine estaba muy preocupado, no sabía que podía haberle pasado, nadie en su sano juicio pegaría a una anciana perdida en lo profundo de la sierra, su sexto sentido le decía que esto no era una acción humana, pero no quiso decirle nada a Josu.

Después de atender a Tía Paua, buscó ropa de mujer en los armarios de la cueva, encontró varios vestidos de jovencita en uno de los mismos, parecían ser de hace décadas, olían a naftalina pero era mejor que nada paa vestir a Xena.

Xena pudo incorporarse con ayuda de Josu, seguía extrañada, pero la situación que había con Tía Paua le hizo confiar en "los desconocidos", se metió a una pequeña habitación donde estaban los utensilios de aseo, junto con una jarra de agua y jabón que encontró en la cocina, se pudo asear y ponerse uno de aquellos vestidos.

Salió del cuartito y Josu quedó maravillado al verla con ese traje azul, de los años setenta, pero le paraba que ni hecho a medida, ella a pesar de su desconfianza se ruborizó, pero pronto se pusieron a atender a Tía Paua, querían ver si podía decirles que había pasado.

Xena les preguntó:- Me suenan vuestras caras, sé que os conozco, pero mi mente está nublada, ahora mismo estoy muy confundida, hace nada yo era un hada, tenía mis alas, podía volar, podía desaparecer, obraba magia en la naturaleza, en la noche, ahora tengo un cuerpo que no reconozco, no puedo hacer nada de lo que hacía antes, apenas me puedo tener en pie y no os reconozco. ¿Por favor, me podéis decir que ha pasado?.

Josu dejó de atender a Tía Paua, Antoine estaba con ella, se acercó a Xena y le dijo: - Lo que te voy a contar no es fácil de asimilar, ha sido terrible la situación que has vivido y no recuerdas, voy a empezar desde que atacaron los Duendes en vuestra cueva de la montaña Tumular-.

Josu le contó con pelos y señales todo lo que había pasado, su secuestro, su transformación por la posesión de la Daemon, la lucha contra los Duendes y los Hombres del Sombrero, El Arconte, la batalla para salir del Bajo Astral, todo...

Xena se quedó de piedra al saber toda la verdad, las lágrimas brotaron de sus ojos enrojecidos por la rabia y la tristeza de haber perdido su condición elemental, no concebía el ser humana, siempre había querido saber como era serlo, pero nunca imaginó que lo iba a experimentar en carne propia, nunca mejor dicho.

-Xena, no te preocupes, te vamos a ayudar, soy Josu, sé que me recuerdas, estaba en el banquete antes de que atacaran los Duendes, lo estábamos pasando bien, Antoine es el hijo de vuestra hermana Brigitte, gracias a él y sus poderes hemos podido salir de donde te tenían secuestrada, en la dimensión del Bajo Astral, hemos tenido una aventura increíble y muy dura, poco a poco recordarás-.

Antoine seguía cuidando a Tía Paua, ahora tenía los ojos cerrados, estaba respirando tranquila, dormía, o por lo menos eso parecía.

Transcurrieron una horas, pronto amanecería, optaron todos por descansar y cuando se despertaran, si estaba mejor nuestra curandera , le harían preguntas, estaban intranquilos, querían saber que había pasado.

Xena se durmió en el sillón de al lado de la cama, Antoine en una silla a los pies de la misma, Josú optó por sentarse en la puerta a vigilar, pero cayó rendido apoyado en la pared.

Se despertaron cuando el Sol entraba por una de las ventanitas de la cueva, serían alrededor de las nueve de la mañana, se oía el trinar de los jilgueros, de los verdecillos y los pinzones, la luz entraba fuerte e iluminaba toda la estancia de la cueva.

Abrieron los ojos y Antoine, con estupefacción, se dio cuenta que Tía Paua no estaba en la cama, ¡había desaparecido!, Josu había despertado y miró también al sillón donde había dormido Xena y tampoco estaba, ¿qué estaba pasando?, ¿donde habían ido?.

Los dos se levantaron nerviosos, agitados, no se creían esta nueva situación,  la noche anterior tenían malherida a Tía Paua, ni siquiera se podía mover, Xena estaba exhausta, tampoco podía apenas andar, ahora no estaban, era algo fuera de su comprensión, pero la realidad les daba en la cara, las dos mujeres no estaban.

Salieron fuera de la cueva, miraron por los alrededores de la misma, no veían a ninguna de las dos, la mañana estaba crecida, serían alrededor de las diez de la mañana, hacía un día espléndido, no estaban seguros que mes era, habían pasado tantas aventuras que recordaban estar en el mes de junio cuando entraron por primera vez en la dimensión elemental, ahora no sabían ni en que día estaban ni que mes, pero su mayor preocupación era encontrar a Tía Paua y Lola, saber que había pasado y hablar con ellas.

Fueron andando dando voces, llamando a las dos mujeres, no había nadie por aquel lugar, como siempre, estaba solitario, llegaron a un claro en una pinada y en silencio intentaron escuchar a ver si alguna de ellas contestaba.

No oían nada, solo el trinar de los pájaros, la brisa en los pinos y sus pasos en la tierra seca de la Sierra. 

Salieron del claro transcurridos unos minutos y se dirigieron hacía un pequeño monte que había cerca de la cueva de Tía Paua, lo subieron y en una vaguada cercana, sentadas en una piedra estaban sentadas Xena y Tía Paua, con los ojos cerrados, en posición de meditación.

El Sol les daba de pleno, parecían resplandecer en aquella bonita mañana en medio de aquella vaguada, se habían colocado justo en el medio de la misma que era donde en esos momentos daba la luz de nuestro astro.

La imagen era celestial, mariposas de bellos colores revoloteaban alrededor de ellas, Tía Paua parecía estar bien, no tenía signos de sangre, ni de golpes tal y como la habían encontrado la noche anterior, hacía unas horas, estaban realmente sorprendidos.

Se acercaron sigilosamente, Antoine llamo a Tía Paua con un susurro delante de ella, parecía no reaccionar, Josu se acercó también a Xena e hizo lo mismo, pero las dos seguían impávidas, como si estuvieran en un trance, nuestros dos amigos desconcertados decidieron no molestarlas hasta que quisieran moverse.

Se sentaron en una roca que había al lado y mirándolas fijamente, sin hablar entre ellos esperaron una media hora.

Tía Paua empezó a mover la cabeza, los brazos, estiró las piernas, sin abrir los ojos, hasta que por fin los abrió y se desperezó con una sonrisa.

Xena comenzó a hacer lo mismo, pero más lentamente, parecía que aún le faltaban fuerzas para hacer movimientos rápidos, pero se desperezó de la misma forma; las dos abrieron los ojos a la vez, miraron a su alrededor y sonrieron a Josu y Antoine.

- ¡Queridos Josu y Antoine!, no sé como daros las gracias por haber venido anoche a mi cueva, estaba realmente mal, vuestros cuidados y gracias a Xena he podido recuperarme, sucedió algo terrible, casi no lo cuento-.

-Hola Josu, hola Antoine- dijo Xena- ahora ya sé quienes sois, Tía Paua me lo ha explicado, anoche ella estaba muy mal, cuando me senté en el sillón me puse a mirarla, inexplicablemente comencé a oír una voz en mi interior que me decía que le impusiera las manos por todo su cuerpo, era un voz conocida, pero en mi confusión mental no supe reconocerla hasta que hice lo que me decía-.

-Rápidamente me levanté, la energía volvía a mi cuerpo, me sentía extrañamente bien, hice lo que la voz me decía, veía el aura languideciendo de Tía Paua, le impuse las manos y una energía blanca salió de mí, inundando todo el cuerpo de ella, poco a poco sus heridas iban cicatrizando, su piel recobraba el color, sus moratones desaparecían, tenía la misma sensación que cuando obraba la magia en la naturaleza, por lo visto tengo energía curativa, cuando acabé recordé la voz, era mi hermana Ari, ella me guió en este proceso, Tía Paua había sufrido mucho, pero le he restablecido. Vuelvo a ser Xena, pero cambiada, siento haberos hecho todo lo que os hice, gracias por rescatarme-.

Antoine se quedó maravillado al oír el relato de Xena, Josu estaba prendado de verla tan bien, los dos estaban contentos de ver a Tía Paua bien, ahora solo quedaba que les contara que es lo que había pasado, pues si ellos no hubieran vuelto probablemente estaría en una situación crítica.

-Lola, por favor, dinos que pasó ayer para que estuvieras en ese estado tan deplorable y mortal- dijo Antoine-.

-Verás Antoine, ayer contacté con el hada Ari, quería saber de vosotros, ella me contó todo lo sucedido en su cueva, me quedé horrorizada, también me advirtió que tuviera cuidado, se habían liberado entes muy peligrosos que rondarían en esta dimensión, aún no sabía que habíais podido escapar del Bajo Astral, pero yo tenía el presentimiento de que lo habías hecho, una premonición me vino y se lo dije, ella me comentó que iban a emigrar, que cuando pudieran contactarían conmigo para decirme que estaban bien, pero habían sido descubiertas y era muy peligroso seguir allí, ya sabía el Mal donde encontrarlas-.

-Después de hablar con ella sentí un escalofrío en la espalda, serían las doce de la noche, una hora un poco crítica, pues los Seres Oscuros rondan en esas horas, creí escuchar murmullos en el exterior de la cueva. Me asomé con precaución, entonces a lo lejos vi dos figuras humanas que venían hacia mi casa.

Algo me advirtió que cerrara la puerta y cogiera un palo para defenderme, me daban muy mala espina, cuando se acercaron a un par de metros de la puerta, miré por la ventanita y vi que eran los guardabosques que siempre venían a visitarme cada mes, pero no me inspiraron tranquilidad como siempre, además, ¿qué hacían a estas horas perdidos en la Sierra?, no tenía lógica.

Me llamaban a voces;- ¡Tía Paua!, abre, ¡tenemos que hablar!,- por supuesto, no abrí, pero ellos con los ojos encendidos en ira, con un color oscuro, como nunca se los había visto echaron la puerta abajo, se abalanzaron sobre mí y me golpearon como nunca nadie lo había hecho; me preguntaron por vosotros, qué donde estabais, que les dijera que pasaba con el mago y el sensitivo, hacían muecas con la boca terribles, estaba muerta de miedo, de dolor y como pude me defendí, pero ellos eran fuertes, intenté llegar a la estantería de la cocina donde tengo mis hierbas, no sé como me escabullí de los dos, estaban pateándome, dándome puñetazos y rasgandome la bata que llevaba; pude coger un bote de unas especies parecidas a la pimienta, muy fuerte, que si se esparce dificulta el respirar y hace que se obstruyan las fosas nasales y enrojezcan los ojos hasta la ceguera, abrí el bote y les tiré a la cara un puñado a cada uno, empezaron a convulsionar, se apartaron, luego cogí una jarra con agua, se la tiré y entonces si que su comportamiento fue increíble, se agarraron la cabeza moviéndola de forma convulsa hasta estamparse con la puerta, todo pasó en unos segundos, ni siquiera llegaron a entrar en la cueva, todo ocurrió en la puerta, al lado de la cocina, fue muy rápido, pero muy doloroso para mí-.

-Estas dos "personas", por decir algo, huyeron entonces, pero a mí me habían malherido, poco después, como un milagro, llegasteis vosotros, con gran esfuerzo os pude abrir, me desplomé y no recuerdo nada más que ver el rostro de Xena, la luz que la irradiaba y sus palabras en el idioma de las hadas que me hacían tanto bien-.

-Amaneciendo, recobré las fuerzas, Xena me invitó a que saliéramos al exterior, vosotros estabais dormidos, no quisimos despertaros, me sentía muy bien, Xena estaba también restablecida, andamos hacía la vaguada y nos sentamos a conectar con la Madre Tierra, sentíamos que debíamos hacer eso para restablecernos del todo, por último os vimos al acabar de meditar, pero no sé quienes eran aquellos tipos y porqué os nombraron-.

Josu se quedó pensativo, ayudó a Xena a incorporarse, Antoine hizo lo mismo con Tía Paua.

-Volvamos a la cueva, es posible que quien te haya atacado se un esbirro de los Hombres del Sombrero, seguro que han atravesado el Bajo Astral para venir a esta dimensión a intentar recuperar su botín, no van a parar hasta que lo consiga, seguro que quienes te han atacado son doppelgangers , los que copian a nuestros conocidos para intentar embaucarnos y hacernos daño mediante la confianza que les tenemos, has tenido mucho coraje y mucha suerte, Tía Paua, espero que no sepan que estamos aquí de nuevo-.

-No le dije nada, Antoine, mi silencio fue absoluto, me hicieron mucho daño, pero no hablé, puede escapar gracias a mis hierbas y especias, la suerte también estuvo de mi lado, pero ahora debo irme de aquí, ya saben donde estoy, volverán seguro-.

-Xena, espero que tú estés bien, a pesar de todos los cambios que has sufrido- dijo Josu-.

-Si, ahora estoy bien, he comprendido que soy humana, Tía Paua me ha explicado que posiblemente estaba destinada a ello, por eso tengo que aceptar mi actual condición, pues posiblemente mi misión en esta dimensión sea algo que ni siquiera podría soñar, espero que me ayudéis, Josu, Antoine, ahora solo os tengo a vosotros, también a Tía Paua, pero me da miedo afrontar esta nueva experiencia, sé que aún tenemos que volver a contactar con mis hermanas y el Mundo Elemental, esto no ha acabado-.

-Tenemos que volver al pueblo, debemos escondernos de estos seres todo lo que podamos, Gimmi me dijo que contactaría conmigo para volver a su dimensión, hablar con el Fauno e intentar completar nuestra misión, recoger su mensaje para darlo a conocer, además tendremos que intentar encontrar a nuestros iguales, a quienes han contactado con los elementales para la misma misión, juntos podremos hacer algo, debemos parar la destrucción del Mundo Elemental y por ende del nuestro, somos David contra Goliat, pero podemos hacerlo amigos- dijo Antoine exaltado-.

Josu dijo entonces: -Mis padres tienen una casa en el pueblo que está cerrada, nunca van, pues son mayores y están pensando en venderla, allí tengo mis cosas, siempre voy a limpiarla, la cuido y tengo algunos muebles que he ido recogiendo de amigos que no los querían para adecentarla un poco, podemos dejar a Xena y Tía Paua allí escondidas y cuando sepamos como ponerlas más a salvo las llevaremos donde corresponda, de momento allí estarán bien, hay agua y luz, podremos llevarles todo lo que necesiten, pero lo mejor será que vayamos por la noche para que nos vean lo menos posible, este pueblo está lleno de chismosos-.

Xena y Tía Paua estuvieron de acuerdo, prepararon todo el equipaje y lo cargaron en un carro que tenía en un cobertizo para poder llevarlo todo al pueblo, lo usaba para cargar las hortalizas que cultivaba en su pequeño huerto, donde también crecían sus hierbas curativas.

 Salieron por la tarde, querían que se les hiciera de noche para llegar al pueblo, tardaron bastante porque tenían que arrastrar todo el equipaje, Josu iba delante para ver si había alguien por los caminos, pero extrañamente no se encontraron con nadie, la verdad es que el silencio, a pesar de los sonidos nocturnos de los animales de la Sierra y alrededores era extraño, también el no encontrarse a nadie.

Llegaron al pueblo y no vieron coches, no veían gente, no había movimiento, algo estaba pasando, no era normal, cruzaban calles y calles para llegar a la otra punta de donde entraron, donde estaba la casa de los padres de Josu, pero no veían a nadie, no había gente, de repente en una calle aparecieron tres personas, iban cabizbajas, sin mirarlos, Josu quiso preguntar a una de ellas sobre el porqué de tan poca gente en el pueblo, ni siquiera se inmutó, siguió su camino, su rostro estaba oscurecido, los otros tres igual, desaparecieron por una esquina; algo había pasado en el pueblo, tenían que ver que ocurría.

Empezaron a ver gente, pero toda iba cabizbaja, no se miraban, los rostros estaban compungidos, con la mirada vacía, parecían zombis, pero no atacaban ni se miraban entre ellos, iban erráticos, como si los dirigieran en una "normalidad" extraña, entraban a las tiendas, compraban, nadie usaba el coche, todo era anormal, nadie hablaba.

Tía Paua dijo:- Algo ha pasado en este pueblo, detecto energía maligna en el ambiente, esto no es normal, Josu, Antoine, debemos ir a tu casa para dejar el equipaje y refugiarnos, tengo un mal presentimiento, creo que Xena puede estar en peligro si seguimos expuestos y vosotros también.

Antoine y Josu estaban asustados, iban deprisa, llegaron a la calle donde estaba la casa de los padres de Josu, este sacó la llave y con prisa entraron todo el equipaje, encendieron la luz y lo llevaron todo al salón. Aquí parecían estar seguros, pero debían averiguar que es lo que estaba pasando, esto parecía ser algún maleficio que se había colado del bajo Astral, pero ¿qué seres tan poderosos podrían haber influido en tanta gente a la vez y además, en esta dimensión, en la que apenas podían permanecer poco tiempo?.


CONTINUARÁ...

 

 

 


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