Recuerdo los juegos de mi infancia entre los bancales de un barranco que había delante de casa de mi Abuela, en donde había árboles frutales, higueras, manzanos, espinos blancos y un enorme algarrobo en el que trepábamos todos los días e incluso llegamos a construir una caseta en él. Este árbol era enorme y producía una cantidad ingente de algarrobas que muchas veces, ya cuando fuimos adolescentes, llegamos a recoger para ganarnos unas pelillas vendiéndola.
En aquel barranco viví mil aventuras con los vecinos del barrio, aprendí a valorar la naturaleza en él, porque tenía de todo, rebosaba de vida y aun recuerdo los olores de sus matorrales y la humedad en donde encontrábamos caracoles, lagartijas y toda una fauna increíble para un trozo de terreno tan pequeño.
Recuerdo que allí cultive plantas, quería hacer un jardín y un huerto e incluso llegaron a brotar y crecer pero la maldad de otros chiquillos acabaron con mis ilusiones de construir un pequeño huerto experimental, cosas de críos.
En aquel lugar existía una magia especial que nos hacía reunirnos allí a todos los niños del lugar, era algo bonito, aunque nuestros padres no querían que fuéramos allí por el evidente peligro que había en dos zanjas y que pudiéramos hacernos daño en los árboles o caernos o mil cosas. Pero nosotros cuando podíamos escaparnos regresábamos al “garrofero” y jugábamos a “los cocodrilos”, o sea a subir al árbol y el que se cayera o bajara antes se lo comían “los cocodrilos”, un juego que inventábamos para estar horas y horas encima de aquel bendito árbol.
También solíamos jugar en una plaza cercana que la llamaban “El Calvario”, y la llaman así porque allí es donde exponen los pasos de Semana Santa cuando se celebra la procesión del Viernes Santo y se conoce como “la subida al Calvario”. Recuerdo que en aquel tiempo era una plaza muy bonita, con el suelo formado por pedazos de mármol y granito de todos los colores que le daban forma de mosaico y un colorido singular que alegraba la vista, de construcción un poco torpe pero con una belleza ruda y singular. En su centro ponía la fecha de 1960 que fue cuando se empedró aquella explanada y se convirtió en una plaza decente; ya lo era antes en los años 40 pero era muy simple, con grava y arena, sin ninguna jardinera ni construcción recreativa.
En aquella plaza jugábamos todos los niños de los alrededores, se jugaba al futbol, al escondite, al tu la llevas, a la peonza, a luchar, etc. Los niños y la gente de la tercera edad eran los habitantes de aquella plaza, todas las tardes se llenaba de pensionistas paseando y tomando el sol y chiquillos jugando sin miedos y merendando en un ambiente realmente agradable y tranquilo. ¡Cómo ha cambiado todo desde hace unos años!, ahora ya casi no se ven chiquillos jugando, apenas viejos paseando y siempre está desierta esta plaza o con alguna pandilla de yonkis o inmigrantes sentada en sus bancos bebiendo cerveza. Sobre todo desde que se remodeló, sustituyendo el ladrillo de mosaico de colores por otro gris de granito sin pulir, y sustituyeron los ficus y las jardineras por unos naranjos bordes y 4 olivos que no hacen ni sombra, con una puerta como un arco de triunfo horrible en medio de la plaza que no sirve para nada. Hicieron un cambio de look horrible a esta plaza, destrozando unos de los monumentos simbólicos y que todos los del pueblo y sobre todo los de mi barrio llevábamos en el corazón, cosas de la política y sus secuaces. Pero no toda la culpa de la falta de gente es por esto, sino por los tiempos tan jodidos que corren hoy en día, por la inseguridad ciudadana ya no salen los viejos a pasear y los niños se quedan en casa con su playstation o su ordenador, criando barriga y diabetes sin otra opción, gracias al miedo que nos induce esta sociedad cada vez menos sociable.
Siempre se ha dicho que cualquier tiempo pasado ha sido mejor, pero es que en todo lo que he vivido he comprobado que así es, nuestra infancia, y me refiero a los de mi generación, los nacidos entre 1970 y 1976 hemos vivido una época en la que la gente despertó de un amargo sueño, para unos menos que otros, del periodo del franquismo y de la falta de libertades a otro periodo, que fue el que nos tocó, en donde la gente abrió sus mentes y sus almas a un progreso cultural sin precedentes, equiparable al renacimiento después de la edad media en Europa. España se abrió al mundo, a la cultura, y se nos fomentó una educación “progre” que nos formó como personas inteligentes enseñándonos unos valores que las generaciones posteriores han ido perdiendo poco a poco por la influencia de la televisión y de los medios que los han ido aborregando. Cualquier español de 30 años recordará las series infantiles de su infancia como cargadas de valores positivos hacia los demás, en ellas se fomentaba el compañerismo, el compartir las cosas, el ayudar a los semejantes, en fin, en ser buenas personas. Hoy en día no, las series infantiles de ahora fomentan el consumismo, como Pokemon, ¡hazte con todos! es su lema, tienes que ser el mejor entrenador—competir sin tregua para ganar—a nosotros nos decían que lo importante no era ganar, sino participar, pero esta juventud no piensa eso, piensa en avasallar al contrario hasta aniquilarlo y poder ser el mejor, si no eres el mejor, eres un mierda y así en todos los aspectos de la vida.
Una de las facetas de las nuevas generaciones de chavales que más me preocupan es la falta de infancia en la infancia, me explico, pierden la inocencia demasiado pronto; por ejemplo:- las niñas quieren parecerse a mujeres a edades tan prontas como los 10 años, e incluso biológicamente sus cuerpos están cambiando, como si quisieran crecer más deprisa de lo que lo hacen sus mentes, no se el motivo pero es preocupante, ya no viven la infancia como nosotros, no aprenden a ser niños, viven estresados por el ajetreo que llevan los padres, ya que generalmente trabajan los dos y no tienen tiempo para atender las necesidades de sus hijos en materia educativa o emocional. Están perdidos y lo que es más jodido es que no lo saben porque creen saberlo todo. Ignoran los principios y valores que nos guían en la vida y creen que sabrán manejarse en los problemas de la misma, pero la realidad es muy distinta, ya que no tienen una base para asentar sus valores e ideas, todo eso conlleva a provocar problemas en sus entornos familiares como son los embarazos no deseados, las drogas, los desmadres y conflictos continuos con los padres. No digo que todos los chavales de hoy en día sean así pero si que hay un buen porcentaje y eso es preocupante, deberíamos hacer algo para solucionar ese problema. Debemos aprender a educar a nuestros hijos por lo menos de la misma forma que nos educaron a nosotros, en los valores que nos inculcaron y en el respeto a la cultura y a la vida.
Hablar de la infancia es un tema recurrente para la mayoría de escritores, hablar de esa época es hablar del principio de toda vida humana, de la base de toda educación y del génesis de todo problema y forma de vivir la vida adulta. Si miramos atrás nos damos cuenta de que en realidad cuando somos unos niños estamos más capacitados para comprender los avatares de la vida de lo que nuestros padres y mayores piensan. Recuerdo cuando era un niño que en mi interior, tenía conversaciones conmigo mismo mucho más profundas y complejas de lo que se piensa que tienen los niños en su cabeza; hay que recordar que un niño es el germen de una persona adulta, y en él se encuentra toda idea oculta por su falta de experiencia pero cualquier acontecimiento que viva o aprenda puede sacar a flote una sabiduría inesperada, por eso no hay que tratar a los niños como si fueran tontos, si se les explican las cosas, las comprenden incluso mejor que nosotros.
Los niños de hoy en día están sumergidos en un mundo demasiado competitivo y eso les genera problemas de convivencia con sus compañeros y con los padres, hemos instaurado en la sociedad un afán por conseguir cosas materiales que transmitimos a nuestros hijos y eso está llevando a que cada vez sean más egoístas y egocéntricos, que no quieran compartir nada y que se sientan como reyes entronados en sus hogares llenos de consolas, juguetes electrónicos y demás baratijas, se ven vestidos con ropa de marca y no toleran ir con otro tipo; y la culpa de todo este problema la tiene la sociedad y los padres que se han dejado arrastrar por ella, ya que es más cómodo darle al hijo una cosa material para que no moleste que hablar con él y hacerle comprender que no puede ser todo lo que pida, ya que eso requiere tiempo y por desgracia tiempo falta en nuestra vida por el trabajo y por el strees de los pagos de la hipoteca, etc.
Los padres se han vuelto cómodos en la educación de los hijos, y se piensan que la misma es responsabilidad de los profesores en las escuelas; está claro que la educación en las aulas es cosa de los profesores, pero si ellos enseñan unos valores y luego en casa no se reafirman, no se afianzarán los conocimientos porque el niño se verá en un conflicto de intereses, si ve al padre hacer algo mal, el niño lo imitará y si el profesor le dice que eso está mal, el pensará que como su padre lo hace, él también y eso lleva a revelarse contra todo de forma violenta. Luego existe el problema de los padres que se ponen violentos con los profesores, si ese es el ejemplo que dan a los niños, estamos apañados, porque se pierde el respeto, que es lo que está pasando y el profesor pierde autoridad, se ríen de él y no se debe permitir este comportamiento.
La situación actual en la educación es demasiado compleja porque la falta de autoridad del profesor hace que los niños se tomen su educación como algo fastidioso y que no tiene importancia para su futuro, pasan de todo y fracasan en sus notas, y lo jodido es que no les importa, porque piensan que en la vida se debe de triunfar de otro modo, no le dan importancia a la cultura pero si al dinero y a la ley de la selva; hay que ser el más fuerte para avasallar a quien se ponga por delante y triunfar a costa de los demás. Esta filosofía es la que lleva al desastre a la sociedad y si no nos concienciamos todos de cambiarles el chip esto puede desembocar el día de mañana en graves problemas sociales y culturales, haciéndonos retroceder muchos años y sumergiéndonos poco a poco en una sociedad equiparable a la de la Edad Media.
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