domingo, 12 de octubre de 2014

¡NIEVE!

Viendo la actual situación en la que estamos inmersos, la cantidad de estupidez y de ilógica en la política y en los gobiernos, me doy cuenta que el único comentario que puedo hacer es...sin comentarios...pues no vale la pena, otros ya dicen lo que pienso, y no tengo ganas de hacerme mala sangre, pues no voy a conseguir nada criticando, solo espero dar pensamientos positivos y pedirle al de arriba que nos dé un poco de luz a este mundo tan oscuro y conocimiento a quien nos gobierna.
Siguiendo en la línea de hablar sobre temas positivos, sobre cosas agradables y que nos alimenten el alma, voy a hacer un ejercicio un poco nostálgico, voy a recordar un momento de mi niñez, que quiero plasmar en el blog, para que con el tiempo no se me olvide, sé que son "mis" recuerdos, pero me gusta compartirlos, pues muchos se pueden sentir identificados con los mismos, o simplemente les pueden agradar leerlos.

En el pueblo donde vivo es muy raro ver llover, y mucho más raro es ver nevar, pues estamos situados al sureste de España, en un clima semidesértico mediterráneo, y con el cambio climático aún llueve menos y hace más calor.
En el año 1982 ocurrió uno de los hechos más raros vistos en Crevillent, por primera vez en cuarenta años nevó en el interior de la población, la última vez fue en 1942, y lo hizo de una manera muy copiosa. Todo el pueblo se llenó con un manto blanco, que dan fé las numerosas fotografías que la gente pudo hacer entonces.



Recuerdo estar viendo los dibujos de "La vuelta al Mundo de Willy Fog", serían las tres y media de la tarde, entonces miré a la ventana y empecé a ver como plumas que caían lentamente, miles de plumas y les dije a mis padres:_Papá, Mamá, caen plumas en la ventana, ellos miraron y dijeron_No, Juan Manuel, ¡Está nevando!, maravillados. Abrieron la ventana y sacaron las manos para que los copos cayeran en ellas y se deshicieran,  sintiendo la frescor tan agradable de la nieve recién caída, y yo también lo pude comprobar porque mi padre me cogió al brazo y me sacó la mano para probarlo.
Cuando acabó de nevar, mi padre, ni corto ni perezoso me dijo que me pusiera el abrigo y que nos íbamos a la sierra a ver la nieve de verdad. Cogimos el viejo Simca 1000 blanco, que ya en aquel entonces era viejo y nos dirigimos mi padre y yo hacia un lugar de la sierra que se llamaba el Bon Lloc.
Mientras subíamos vimos a muchos más coches hacer lo mismo que nosotros y a otros que bajaban con muñecos de nieve en el capó, con la gente muerta de risa y superfeliz por este acontecimiento tan raro, también la época era otra, llena de esperanza en el futuro y de ilusión por el mismo, por trabajar y salir adelante, ¡y había trabajo!, pero bueno, igual que ahora...
Llegamos a unos bancales de almendros en lo alto de la sierra, estaban con unos treinta centímetros de nieve, y por primera vez en mi vida la toqué, y lo hice con las manos desnudas, mi padre no se dió cuenta y no cayó en ponerme guantes, estuve una media hora tocando la nieve, hasta que me dí cuenta que no podía mover las manos porque se me habían congelado, entonces fuí llorando a mi padre, que se dio cuenta y me hizo subir al coche volando para irnos a casa y enchufar la calefacción del mismo a tope para descongelarme las manos.
Cuando llegué a casa, lo hice llorando, pues aún no podía mover las manos, entumecidas, pero poco a poco con agua caliente se me fueron poniendo de un color normal y volví a moverlas, pero el susto de mi padre fue mayúsculo, y el de mi madre, el doble, pues le dio una buena regañina a mi padre, pero no fue más que eso, un susto.
Pero la experiencia fue muy bonita, además de ser un grato recuerdo, que nunca más he podido realizar, porque ya no ha vuelto a nevar como aquella vez, y nos hemos hecho mayores y la vida a pegado muchas vueltas, la ilusión ya no es la misma, pero siempre quedan los benditos recuerdos, los que nos hacen mirar atrás y saber que hemos sido felices y que nuestra historia nos ha llevado al momento en el que estamos, tanto para bien como para mal.
Aunque la nostalgia dicen que no es buena, para mí recordar me hace bien, pues a veces es el único refugio que nos queda ante el presente tan negro que nos están pintando...

4 comentarios:

Mónica dijo...

¿Quién dijo que la nostalgia no es buena? Yo más bien diría lo contrario: ojalá recordáramos todo lo que tenemos que recordar, el mundo sería muy distinto...

Sonia dijo...

jeje... yo también recuerdo el día que nevó en el pueblo, imagino que será el mismo día. Recuerdo la marca de las ruedas del tomasito de mi padre (así llamábamos al coche) y cómo derretían la nieve al bajar por la calle y recuerdo el bancal de almendros, curioso! puede que subir mas arriba fuera imprudente... y la guerra de bolas (nosotras si llevábamos guantes pero volvimos hechas un remojo... Gracias! has conseguido que sonria!

Sonia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan Manuel Mas dijo...

Gracias por vuestros comentarios, la verdad es que me gustar recordar bastante las cosas bonitas de la infancia, soy un nostálgico empedernido, pero ¿qué se le va a hacer?, gracias por leerme, amigas.