domingo, 25 de febrero de 2024

UN PASEO EXTRAÑO CAPÍTULO 20

 


 Saltó la alarma en toda la Cueva de las Hadas, en muy poco tiempo todas las que habían estado en el banquete se dispusieron a acudir a la zona oscura de lo que llamaban el Hospital.

Los Duendes surgieron entre el polvo, humo y caos formado en la entrada de ese Hospital, Gimmi, Josu y Antoine con los ojos como platos se dispusieron a intentar luchar contra aquellos seres que estaban acechando tan cerca.

Gimmi llevaba un pequeño cuchillo escondido en su cinturón, era el que usaba para recolectar hierbas, ahora debía segar otro tipo de mala hierba terrible que estaba a pocos metros de ellos. Josu cogió un tronco que había tirado en el suelo que vio por casualidad, Antoine cogió con su mano derecha su medalla del Tetragramatón e imploró ayuda a sus guías, a su alrededor las hadas, anteriormente bellas y gráciles empezaron a transformarse, vieron como a muchas de ellas les cambiaba el semblante, los ojos se les encendían en un color verde brillante, las alas se les volvían oscuras, los trajes de seda se transformaban en una especie de uniformes pegados a su cuerpo de color marrón, la ira surcaba todos sus rostros, entonces como a una sola voz, todas se lanzaron a una velocidad endiablada contra los Duendes que habían osado entrar en su rincón sagrado, el que consideraban seguro.

Antoine sacó el saquito de sal que llevaba en su mochila, trazó una linea y les dijo a Gimmi y a Josu que se pusieran detrás de ellas, él no quiso ponerse, se enfrentó con las hadas conjurando con firmeza estas palabras: -En el nombre sagrado del innombrable os ordeno que retiréis vuestras zarpas de todo Ser feérico, no sois bienvenidos, dirijo la magia de los elementos en vuestra ruina, desapareced, caídos de la Creación- un aura se formó alrededor de Antoine, de un color violeta, como de fuego, inmediatamente una bola de energía se formó en la mano derecha del mismo, sin pensarlo dos veces la arrojó hacía el grupo de Duendes, aquel conjuro materializado en energía dejaba una estela a su paso que irradiaba luz, al momento impactó en medio de aquel funesto grupo, un destello impresionante inundó de luz la Cueva, todo se volvió de color blanco, cegando a todo aquel que mirara esta escena, unos diez duendes saltaron por los aires cayendo encima de estalagmitas, tres de ellos quedaron empalados supurando un líquido verde por su boca y alrededor de sus heridas, los otros cayeron al suelo y se retiraron hacia el fondo del Hospital de Hadas, el polvo apenas dejaba ver que habían forcejado con las hadas que habían allí intentando curarse de la enfermedad que estaba haciendo estragos en ellas, de la oscuridad, un tipo de mal relacionado con la desaparición de las hadas, provocado por el actual estado mental de los Seres con alma, en otro momento se explicaría.

Unas veinte hadas yacían en el suelo, con las alas mutiladas, con heridas, los trajes rasgados, su sangre; esto sorprendió a Josu y Antoine, era roja, pues no pensaban que los Elementales también sangraran, pero así era, además de poder morir pero sin posibilidad de trascendencia a otra vida, como si podían hacerlo los humanos.

Ari, Xena y Aine estaban consternadas viendo aquel paisaje Dantesco, pero no podían perder el tiempo, aún quedaban Duendes que combatir en el fondo de la Cueva, por lo visto se habían escondido para que no les atraparan, eso hizo sospechar a Ari que tramaban algo, no comprendía como podían haber llegado a entrar en su refugio secreto, estaba hechizado por ella y otra hadas igual de poderosas para que nadie pudiera entrar sin permiso, había vigilancia de las hadas guardianas, pero por lo visto alguien del hospital tuvo que haber dado pistas de donde vivían ahora.

Posiblemente alguna de las hadas que habían enfermas en aquel lugar enfermó tanto que se degradó a la misma vibración energética que los Duendes, estos al estar al acecho detectaron la misma y excavaron en lo profundo de la roca durante días para poder entrar físicamente en la Cueva, no cabía otra explicación.

Ari y sus hermanas, todas las que habían en aquel lugar fueron rastreando con su uniforme de guerrera puesto para encontrar a quienes habían provocado la muerte de muchas de las suyas, pero no contaban con una funesta sorpresa, aún no se había disipado el humo cuando de repente se hizo la oscuridad en toda la Cueva, ni siquiera las luciérnagas iluminaban, solo la piedra que Antoine llevaba colgada, la que le regaló su madre, se veía tenuemente debajo de su camisa. 

Brigitte se puso detrás de Ari para luchar contra lo que venía en la oscuridad, también había cambiado su vestimenta, su color en las alas y sus ojos amarillo brillante destacaban entre los de las demás.

Una gran sombra oscura surgida de las tinieblas, más oscura que las mismas, con un contorno definido, una sombra ensotanada con un sombrero de bombín aparecía ante el séquito de hadas , ante el Mago Antoine, Gimmi y Josu.

¡Es el Hombre del Sombrero de Bombín!- Dijo Xena, -el Señor de la Locura, nunca lo habíamos visto, pero sabemos de su existencia, así como de sus secuaces.-

Un pitido horrible sonó entonces en la Cueva, a todos les hizo ponerse las manos en los oídos, muchas de las hadas que iban volando por la misma cayeron al suelo entre convulsiones, no sabían que estaba pasando.

Al momento detrás de la Sombra del Hombre del Sombrero de Bombín surgieron un grupo de unas veinte sombras iguales que él pero sin sombrero; con un gesto de su mano negra les indicó que atacaran al grupo de hadas en dirección a las mismas, a Gimmi; Josu y Antoine.

Las hadas que permanecían de pie empezaron a conjurar en un idioma desconocido por nuestros amigos, todas empezaron a brillar, en un momento todas las luciérnagas de aquella cueva, los insectos y todas las luces que iluminaban antes del ataque de aquellos seres, se concentraron en pequeños haces como cargando a las hadas, sus ojos se volvieron más brillantes y en sus manos se formaban como telarañas de energía, en un movimiento de manos con las palmas en alto lanzaron las mismas contra las sombras, con ello consiguieron que muchas de ellas desaparecieran en terribles gritos de dolor, las que escapaban se cobijaban detrás del Hombre del Sombrero de Bombín, este empezó a brillar con luz negra, con voz grave, profunda y cavernosa dijo:- Soy el Señor de la Locura, vengo a enseñaros la realidad, solo os espera la nada, yo os enviaré a ella.- 

En ese momento a todas las hadas que allí habían se le vinieron pensamientos de muerte, de miedo, de dolor, algo impensable para un hada que nunca había sentido estas cosas, imágenes de locura, aberraciones, torturas, lágrimas de pena y de sinsentido, hambre, enfermedad, realidad del mal.

Muchas se llevaron las manos a la cabeza, otras lloraban desconsoladamente, solamente Ari, Xena y Aine guardaban la compostura junto a Gimmi, Josu y Antoine.

Brigitte cayó desmayada a unos metros de Antoine, no soportaba la presión de la locura inducida por el Hombre del Sombrero de Bombín, las sombras rodeaban a las hadas caídas, les estaban extrayendo la energía con sus malas artes, algunas dejaron de brillar, estaban muertas.

Antoine en un arranque de ira fue corriendo hacia su madre, se interpuso entre el Ser sombra y la misma y con los ojos inyectados en sangre sacó su medalla de tetragramatón junto con la gema del desierto de su madre, ahora brillaba intensamente, en un instante los dos colgantes se fundieron y de ellos brotó una llama de fuego rojo que empezó a calcinar a todas las sombras que venían a atacarle, Antoine se levantó, con su madre en brazos, tirando el rayo rojo que brotaba de su pecho hacia adelante, barriendo literalmente a todo el que se le ponía a tiro.

Dejó a Brigitte en el suelo delicadamente sin dejar de lanzar el rayo poderoso, se sujeto el medallón fundido y dirigió el mismo al Hombre del Sombrero de Bombín, un fulgor de luz negra se intensificó en el mismo, entonces las hadas que quedaban en pie empezaron a juntar sus rayos de energía en el cuerpo de Antoine, el con la rabia de un hijo que quiere salvar a su madre intensificó la fuerza mágica que le salía del corazón y con un golpe de pecho lanzó un último golpe de rayo rojo que hizo desaparecer en un instante con una explosión de luz negra y roja al Hombre del Sombrero de Bombín, justamente aquel que dejó caer al suelo, un sombrero formado por Sombras que fue lo último que desapareció, no sin antes escuchar un voz gutural y grave que decía: -No conseguiréis sobrevivir, vaís a desaparecer todos, seres feéricos, estáis condenaaaaadddooooossss.... 

La calma volvió a la Cueva de las Hadas, todos los Duendes yacían en el suelo desapareciendo lentamente, como corresponde a los seres semimateriales, las hadas que habían muerto eran más de veinte, la tristeza se apoderó de todos, había sido una batalla terrible, la confusión hacía que no se encontrara a nadie en concreto, todos estaban repasando a ver quienes habían sobrevivido.

Gimmi y Josu no habían podido luchar pues no sabían ni tenían poder para ello, pero si querían ayudar y fueron levantando a las hadas heridas, intentando recomponer el mobiliario del Hospital, Gimmi era conocedor de técnicas curativas, sobre todo energéticas, pues también era médico en su elemento, curaba a los animales y los pájaros en los bosques, con imposición de manos empezó a dar mejoría a las hadas.

Ari y Aine se levantaron del suelo, vieron aquel desastre y empezaron a ayudar también a sus hermanas, que terrible panorama, de este suceso tendrían que rendir cuentas para buscar otro lugar donde protegerse.

Josu ante aquel dantesco espectáculo se le encogió el corazón, entonces se dio cuenta que no había visto a Xena desde hacía rato, al momento escucharon un grito en la oscuridad de la Cueva:- ¡Ahhhhhhhhhh! ¡Socorro, me llevan con ellos, van a convertirme! ¡Socorroooooo! ¡Son horribles, venid a buscarme, noooooo!- era Xena, conocía perfectamente su voz, agudizó la vista y en la lejanía vio a dos duendes que llevaban sujeta de los brazos y las piernas a Xena, ¡la habían secuestrado!, corrió hacia ellos para intentar rescatarla, pero un fogonazo provocado por un haz de luz de un portal abierto por los duendes le cegó, con una ráfaga violenta de aire que le tiró al suelo vio como los duendes que se llevaban a Xena desaparecían por el mismo. 

Se hizo el silencio, su corazón se rompió al ver aquella desgracia, ¿donde se la habían llevado, qué iba a pasar ahora?, en un momento todo su animo se vino abajo, miro a Gimmi, que con rostro compungido no supo que decir, Antoine se acercó y dijo, ahora tenemos que ver la manera de ir a su morada, nos espera la oscuridad, Josu, pero no te preocupes, la rescataremos.


Continuará....

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