jueves, 9 de abril de 2020

MIÉRCOLES SANTO




Aquí os dejo el extracto de un libro maravilloso publicado en el año 2004, titulado "Recuerdos" del escritor crevillentino Manuel Martínez Montoya, para que recordemos nuestra querida Semana Santa, de la que no podemos disfrutar en este año 2020 por el estado de alarma y confinamiento en el que nos han obligado a estar por razones sanitarias.
Pongo este maravilloso texto para que recordemos, para que no perdamos la ilusión en volver a nuestra vida y a nuestras tradiciones, ellas nos están esperando pues viven en nosotros y seguro que volveremos a sentirlas con fuerzas renovadas y mucha, mucha ilusión, de momento disfrutemos con los recuerdos de este ilustre crevillentino que tanta buena literatura referida a nuestro pueblo nos ha brindado a lo largo de su vida...Gracias Manuel, tus recuerdos nos hacen evocar a los nuestros, son parte de nuestra vida, como lo fueron de la tuya.


MIÉRCOLES SANTO

Es Miércoles Santo; la tarde huele a primavera temprana. De las laderas de nuestra sierra nos llegan los dulces y fragantes aroma del tomillo y el cantueso en flor. El niño no puede frenar su impaciencia y asedia e insiste a su madre para que le ponga la vesta de su paso. La procesión no tendrá lugar hasta el anochecer, pero él quiere ir a ver como adornan las imágenes que, al final de la tarde, se trasladarán, de la casa donde se guardan todo el año, a la iglesia parroquial y, desde allí, reunidas todas las cofradías , serán llevadas con devoción, y siguiendo el orden tradicional previsto, por las calles estrechas y con cuestas del viejo Crevillente.

La madre accede por fin y le coloca la túnica recién planchada que esa misma mañana sacó del viejo baúl, oliendo a bolas de naftalina.Los pliegues oscilantes del gorrito le cuelgan hasta media espalda como el fuelle de un acordeón y, ufano y orgulloso, se lanza raudo a la calle. Se cruza con otros niños que, impacientes como él, visten los ropajes de sus cofradías y retozan juguetones encaminándose hacia la plaza del Paseo donde dentro de poco, aún a pleno sol, irán llegando esporádicamente los tronos con las imágenes pasionales; cada una por una bocacalle distinta, según el lugar de su ubicación habitual.

De las panaderías emana, desparramándose por las calles, un aroma peculiar y dulzón merced a que en sus hornos se está cociendo un tradicional manjar de la Semana Santa. Las mujeres han amasado las toñas, para mojarlas con chocolate en la mañana del viernes santo, y las monas con un huevo al centro, para que los niños las coman el Día de Pascua rompiendo la cáscara del huevo en la frente de algún amigo mientras recitan la antigua y consabida frase que dice:
- Ací em pica, ací em cou, per ací me menge la mona i ací te trenque l'ou.

Después de la avanzadilla de los niños van acudiendo a la plaza las personas mayores. Poco a poco ésta se va llenando. Después se escuchan las lejanas notas de unas piezas musicales. Los conocidos motetes que els passarelles (pequeños grupos de ocho o diez músicos) desgranan acompañando a las imágenes ; armoniosamente, sin el estruendo de tambores ensordecedores que jamás formaron parte de la idionsincrasia de nuestra Semana Santa.

Por las distintas bocacalles van apareciendo las imágenes. En el paso de la Santa Cena los niños prestan toda su atención en la figura de Judas, que trata de esconder la bolsa con las treinta monedas, paga de su canallesca traición. La santa mujer Verónica, con su lienzo inmaculado que aún no ha impregnado en él la Faz Divina de Jesús. En la negación de San Pedro, el gallo acusador mueve el plumaje de su hermosa cola al ritmo del vaivén acompasado que marcan los costaleros...y así, uno tras otro, hasta la larga veintena de pasos, que rememoran la pasión y muerte del Redentor.

La plaza está ya abarrotada. Los padre aúpan a sus pequeñuelos sobre sus hombros para que vean bien el abirragado espectáculo. Las enormes puertas de la parroquia de Nuestra Señora de Belén, abiertas de par en par, van acogiendo este preciado acervo. Dentro de unas horas, al anochecer, saldrán todos los pasos en una misma procesión, siguiendo el orden de la sacra conmemoración pasional. El gentío se disuelve camino de sus casas para, tras una cena rápida y frugal (cena cuaresmal de penitencia) integrarse en la secular rememoración.

En este embrujador crepúsculo, las calles de Crevillente huelen a toñas, a tomillo, a azahar y romero en flor; huelen a primavera...Se respira, se siente y se palpa el espíritu de la Semana Santa.

M.Martínez Montoya de su libro "Recuerdos" 2004.



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