domingo, 19 de abril de 2020

UN VIAJE INTERIOR




Cierro los ojos y me dejo llevar hacia mi interior, hacia mis recuerdos, hacia tiempo atrás, en otra realidad, otra vida, otro mundo, un mundo que murió hace apenas dos meses, un mundo que tardará mucho en volver a recomponerse, pero cuyas cenizas guardamos para que cuando aprendamos el conjuro, lo hagamos renacer como el Ave Fénix.

Todo tiene un tiempo, todo llegará a su debido tiempo, de momento debemos resistir, debemos luchar con todas las armas que poseemos en nuestro interior y exterior, vivir de nuestros buenos recuerdos, desechar los malos y aprender de estos tiempos tan extraños y difíciles.

Nos quieren doblegar, nos quieren hacer olvidar lo que fuimos y lo que somos, nos quieren someter a sus designios, quieren hacer de nosotros máquinas que obedezcan su nuevo orden, pero no debemos sucumbir a estas nefastas intenciones y solo podemos hacerlo conservando en nuestro ser, en nuestro niño interior aquello que nos hace humanos, la felicidad de la vida pasada para poder resistir en esta vida que nos han pausado.

Viajo a mi interior, cuando era niño, y empiezo a escuchar el agradable sonido de las olas chocar en la orilla de la playa, una de las playas que más visitaba mi familia en aquellos años era la playa del Pinet, tradicionalmente la playa en la que la gente de mi pueblo solía pasar las vacaciones en unas barracas que montaban a principios de Julio cuando tenían el descanso estival en las fábricas de alfombras de Crevillent.

Recuerdo cuando mi padre nos subía en su viejo Simca 1000 blanco, con los faros redondos, con sus cuatro puertas y con su motor trasero, en el que íbamos todos apretados como sardinas en lata, sin aire acondicionado, ni nada, solo la felicidad de ir a la playa o a donde quisiéramos.

Aparcaba en las dunas cercanas a la orilla de esta playa, siempre a continuación de los chalets que se construyeron en los años sesenta en primera línea y que hoy en día apenas se conservan porque los temporales han menguado tanto la orilla que ya apenas queda, además del aumento del nivel del mar por el cambio climático, no se si durarán muchos años más, pero aún siguen existiendo.

Me encantaba llegar a la playa y escuchar el ruido del Mar, oler la olor a sal de la orilla, sentir el calor y enseguida ir a tirarme al agua para sentir el frescor de la misma, pues en aquel tiempo en verano estaba también fresquita. Corría por la playa descalzo, quemándome los pies para saltar a la orilla y refrescarme, oyendo a mis padres chillar que parara, pero yo no les hacía caso y me revolcaba en el agua a pesar de estar luego un poco castigado por no hacer caso, me regañaban, pero luego seguía bañándome y saliendo a jugar a hacer castillos de arena con los cubos, mi padre me ayudaba a hacerlos, luego se sentaba en la toalla para fumarse un cigarrillo y bañarse con mi madre, recuerdo la cara de felicidad que tenían entonces, yo jugando desnudo con mis hermanos pequeños y sintiendo el calor del sol y la compañía de toda la gente que iba a pasar el rato a la playa, con sus mesas, sus sillas y sombrillas, con las viandas que preparaban para pasar el día en este lugar paradisíaco.

Esta playa del Pinet es de las pocas que aún se conservan relativamente como eran las playas mediterráneas, con sus bosques de pino marítimo, con sus dunas naturales, que están protegidas y se conservan bastante bien, aunque la presión turística siempre es brutal, pero aún queda un poco de playa para disfrutar, aún hoy en día en 2020.

En los años 80 habían casi 70 metros de playa, hoy apenas quedan diez, y contados, en algunos sitios ni eso, aún así sigue siendo una playa maravillosa, al igual que su hermana, la de La Marina, que está a continuación.

Tengo muchos recuerdos de niñez en estas playas, me encantaba ir los domingos a pasar la mañana allí, durante toda mi infancia íbamos todos los veranos, pues mis padres nunca han sido de irse de vacaciones a sitios, pero si pasábamos los domingos o en la playa o en el campo de mi tío, la verdad es que fueron unos veranos maravillosos, a pesar de lo simple que eran, pero éramos muy felices, pues en mi infancia teníamos la calle. Hoy en día también las visito, hasta el verano pasado íbamos algún domingo a que mis hijos jugaran y se bañaran, como lo hice yo con mis padres, pero el agua ya no está igual, se ven muchos plásticos y basura, a pesar de que a veces está muy limpia, pero la contaminación le ha pasado factura.

Recuerdo los veranos de tardes interminables en casa de mi abuela, cuando salía a jugar con los vecinos por las calles, cuando los vecinos de la calle sacaban las sillas a las puertas de las casas para tomar el fresco, para charlar de lo que fuera, los niños jugando a la pelota en esa calle, casi sin tráfico, sentirnos seguros y no temer de la gente que pasaba a horas tardías, pues recuerdo que nos acostábamos a las tres de la mañana tomando el fresco y charlando de todo, los niños incluidos, era maravilloso.

Y todo esto es un pequeño viaje interior que he realizado para evadirme de esta nueva realidad que nos están imponiendo, sé que es poca cosa, pero por lo menos me ayuda a estar cuerdo , a recordar quien soy, quien he sido, y quien quiero volver a ser, pues todos los que queremos volver a vivir de esta manera somos la resistencia, los que queremos volver a ser humanos.

Todos queremos volver a abrazar, a charlar, a no tener miedo, a tomarnos cervezas con los amigos y a estar con la familia, no sabíamos lo que teníamos hasta que lo hemos perdido, por eso debemos recordar, no olvidar nuestras raíces y ser duros, resistentes ante esta oleada de temor que nos está invadiendo, como he dicho resistir, resistir con la fuerza de nuestro niño interior, no dejar que muera, el miedo es fuerte, pero el amor a la vida lo tiene que ser mucho más.

Hagamos viajes interiores de vez en cuando, para evadirnos y ser nosotros mismos, es una buena terapia para no sucumbir a la "nueva realidad" que no lo es, pues es irreal, fantasmagórica y terrible, por esto tenemos que derrotarla, con paciencia y con amor, a nosotros mismos y a los demás.

Seamos fuertes en nuestro interior, nos lo merecemos, pues estamos luchando posiblemente en una guerra sin bombas, pero igual de terrible, seamos la resistencia.

Seguimos en el camino, resistiendo...

3 comentarios:

gilbert dijo...

Genial

Juan Manuel Mas dijo...

Gracias Gilbert, un abrazo, vuestros comentarios me hacen seguir escribiendo.

Javier Fuentes Asensio dijo...

Hola juanma, soc el Javi. Me encanta que me lleves un ratet per la meua infancia. Un abrazo y sigue así