Lo confieso, estoy completamente bloqueado por esta situación en la que estamos viviendo todos, mi mente aún está aprendiendo a asimilar esta gran movida en la que nos han metido o nos hemos metido solitos por nuestra mala cabeza, y estoy así porque nos ha pillado a todos por sorpresa y casi sin darnos cuenta la terrible embestida de el omnipotente y nuevo virus covid-19, y no voy a escribir sobre conspiraciones, ni sobre esta nueva enfermedad, ni de nada relacionado con ella, pues ya hay sobreinformación en la red y en los medios de comunicación sobre ella.
Hoy quiero escribir para que la persona que lea este texto al acabar de leerlo pueda sentirse mejor y haya podido evadir su mente hacia algún lugar hermoso y un tiempo mejor en el que pueda descansar de esta supersaturación mental y emocional en la que estamos viviendo, yo el primero, pero voy a intentar crear algo bonito para poder estar mejor y ser más humanos en estos tiempos de vida interrumpida, intentar vivir de una manera interior, a través de los recuerdos de una vida, empezando por la mía y de mis recuerdos, que extrapolados a los de cualquiera pueden ser parecidos o compatibles y con ellos recordar lo que cada uno posee y guarda en su interior, recordar que fuimos humanos, que reíamos, abrazábamos, jugábamos, nos peleábamos y podíamos soñar con el futuro, el cual intentan arrebatarnos, este es el comienzo, por eso debemos no olvidar lo que fuimos, lo que tenemos que recuperar y lo que debemos hacer una vez pasada esta primera fase de control del nuevo orden mundial, dejar de lado el consumismo y la ambición, aprender a valorar la vida y el medio ambiente, aprender a ver el dinero como una herramienta más, no como el fin de nuestra vida, ser animales humanos para comprender a los animales no humanos, en definitiva cambiar nuestro chip para volver a ser libres y no dejar que nos quiten la poca libertad que nos quede.
Aprendamos y no olvidemos la tremenda bofetada que la vida nos está dando, en nuestras manos está cambiar todo esto, darle la vuelta a esta situación y volver a ser felices, mucho más que antes.
Cuando era niño, en los años ochenta, el Mundo era muy diferente a como es hoy en día, aunque ya empezaban a gestarse todos los cambios que en cuarenta años se iban a plasmar en lo que hoy vemos como nuestra realidad.
He conocido la naturaleza a través de los ojos de maestros increíbles, entre ellos quizás el mejor fue Félix Rodríguez de la Fuente, que nos brindó momentos inolvidables con sus programas de radio y televisión, inolvidables e imborrables en nuestro espíritu, nos enseño a amar la naturaleza y la vida aunque luego el control mental de otros no maestros de la comunicación nos hayan hecho olvidar todas sus lecciones, pero podemos recordar.
Donde vivía mi abuela, existía un barranco en el que habían muchos bancales de árboles frutales, entre ellos manzanos de la variedad Reineta, higueras, perales y almendros, aunque en aquel tiempo ya estaban abandonados, pero las lluvias eran bastante regulares y seguían floreciendo y subsistían dando frutos pequeños pero muy sabrosos, recuerdo mil aventuras en estos terrenos, que estaban en los límites del pueblo de Crevillente, famoso por sus casas cueva, y este bancal subsistía rodeado de estas viviendas trogloditas que aún hoy se consevan, este bancal, por desgracia no, ahora está edificado y no queda nada de él.
Me he pasado la gran parte de mi infancia jugando en este lugar, en él tuve mi primer contacto con la naturaleza, con los pájaros, pues habían cantidad de nidos de gorriones, de otros fringílidos como los verdecillos, jilgueros y otras especies de insectívoros, dentro de sus matorrales existía una fauna variada de pajarillos que dormían y se alimentaban en ellos.
En medio de este bancal había un árbol gigantesco, un algarrobo gigante que creció de forma desmesurada debido a la gran humedad que allí había siempre, pues era una zona de paso de rambla, cuando llovía el agua corría por un arroyo seco que pasaba por en medio de este lugar y a veces se llenaba cuando habían lluvias torrenciales, muy frecuentes en aquella época, hablamos del año 81, 82.
En este algarrobo pasábamos las horas muertas subidos en él, y no nos importaba llenarnos de hormigas, ni de pulgones, ni de bichos, éramos felices subiendo sus ramas e inventando juegos para intentar el máximo de tiempo encima de él, había una energía increíble en este lugar y todos los niños de la contornada nos juntábamos para ir a lo que denominábamos "El Garrofero".
Allí con nueve y diez años plantábamos huertos con semillas que encontrábamos de los árboles y arbustos cercanos, o cogíamos garbanzos, habichuelas , cañamones del alpiste, y legumbres que quitábamos a nuestras abuelas y madres, llevando cubos de agua par regarlos y ver como crecían, aunque luego los animalillos que allí vivían, entre ellos conejos, se comían todo y dejábamos perder "la cosecha" pero era divertido y didáctico ver como se desarrollaban las plantas.
Cuando removíamos la tierra salían miles de orugas, escarabajos, larvas de todo tipo, habían mariquitas, lagartijas, pulgones, arañas, gusanos, lombrices , incluso algún que otro alacrán, que eran peligrosos, pero sabíamos que no debíamos tocarlos, veíamos mariposas de colores, caracoles, babosas, salían setas en otoño, crecían hierbas de todo tipo, y en verano por la noche habían luciérnagas, era como un pequeño paraíso de verdor y de vida en unos 2000 metros cuadrados que era más o menos lo que medían estos bancales.
Aun recuerdo la olor de la lluvia en la hierba cuando bajábamos a ver como corría el agua por el arroyo seco, una olor a vida y a pureza que ya no se huele como antes, pues hasta el aire ha cambiado de hace cuarenta años a ahora.
Ranas, se veían ranas en los charcos, y por supuesto duraban tanto que hasta se formaban renacuajos en los que criaban y luego veíamos ranitas pequeñas que saltaban hacia los matorrales para perderse en ellos, de verdad que mirando atrás me parece mentira que pudiera haber tantos animales en un espacio tan reducido, podemos comprobar como se ha reducido la biodiversidad si lo comparamos con un espacio similar hoy en día. La culpa es de la contaminación y de la destrucción del hábitat.
Cuando me quedaba a dormir en casa de mi abuela, que estaba a unos cinco metros de la entrada a este barranco me quedaba maravillado algunas noches con un canto bellísimo que oía alrededor de las cuatro de la mañana, no eran los mirlos, pues ese canto lo conocía y por una extraña razón allí no solían haber, era una melodía increíble que preguntando a mi padre porque él entiende de aves, correspondía a una pareja de ruiseñores, que es el único pájaro que no se puede criar en cautividad, pues dejan morir a sus crías cuando nacen enjaulados para que no estén encerrados, y luego la mayoría se dejan morir de hambre si lo están.
Una vez me levanté a las cuatro de la mañana cuando los escuché, salí a la calle en total silencio, escuchando esa melodía preciosa y los vi, entre los matorrales iluminados por la luz de una farola estaba una pareja de alegres ruiseñores cortejándose y brincando de ramita en ramita de una forma bailarina, deleitándome la vista y el oído con esta maravilla de la naturaleza que ya nunca en mi vida he vuelto a escuchar en vivo.
Qué tiempos aquellos en los que éramos realmente libres, si, señores, los niños éramos libres de correr por donde quisiéramos, no existían móviles ni ningún tipo de control electrónico para controlarnos, pero la gente era más "ingenua", era más confiada, no existía el veneno de la sobreinformación sobre lo malo, no estaba extendido el miedo a la gente de la gente, estábamos en otra sociedad, una sociedad que se creía libre, que confiaba en el vecino para cuidar a sus hijos, nos llamaban a voces, y sabíamos que al esconderse el sol debíamos regresar a casa después de jugar tardes interminables, después de haber hecho los deberes, que eran pocos y sin agobiarnos la mayoría de veces.
Aprendíamos de la vida, de la gente, conversábamos con la gente mayor, a mí me encantaba subir a una plaza que le llaman "El Calvario" y allí entre juegos con mis amigos y los jubilados que se sentaban en los bancos a tomar el aire y el sol, charlando como lo hacíamos también los críos, existía una armonía entre estas dos distintas generaciones que en esencia necesitaban los mismo, compañia, aire y sol, para poder ser felices.
He aprendido mucho conversando con los mayores, pues era un niño que me gustaba preguntar sobre muchas cosas, y de verdad no hay nada comparable a las explicaciones de la gente mayor sobre cosas de la vida, la voz de la experiencia es la voz de esa vida y deberíamos hacer siempre caso a ella, son sabiduría siempre cierta.
Me contaban cosas de sus infancias, como jugaban al pero, a la pelota con trapos prensados, lo que pasaron cuando la guerra civil, el hambre que pasaron, el miedo, como tuvieron que huir y esconderse para poder sobrevivir, como se vendían casas por dos hogazas de pan, y como todo eso les fortaleció para enfrentarse a una vida dura de trabajo, escasez que ellos lograron transformar en riqueza, en prosperidad a pesar de que casi no sabían leer ni escribir, pero sabían vivir y eso lo compensó todo y lograron lo imposible, tener el país que hasta hace poco teníamos y estamos dejando perder.
Pero no me voy a desviar de mi propósito de no hablar de cosas negativas ni de política.
En mis recuerdos infantiles existen flashes de momentos únicos, de momentos que yo llamo "De Eternidad", momentos que se quedan grabados en la memoria a fuego y que es muy evocador traerlos a la realidad de nuestra mente para no olvidar lo que fuimos, son anclas al pasado que nos ponen los pies en el suelo y nos hacen sentirnos parte de la vida, reconocernos como personas. Entre esos recuerdos hay uno de un día de primavera en el que salía de casa para ir al colegio completamente solo, pues antes no nos acompañaban nuestros padres, salir a las nueve menos cuarto de la mañana y ver la belleza de la luz primaveral de los días de abril, viendo el vuelo de los vencejos y las golondrinas en un cielo azul intenso, ni una nube, quizás unas pequeñas y altas en el horizonte por detrás de la sierra de mi pueblo, iba andando por la calle camino al colegio, oliendo un agradable olor a azahar y respirando, sintiendo que estaba vivo, que la vida era maravillosa y que el Mundo era hermoso, sentir la alegría de ver a mis compañeros, a los niños que íbamos al colegio, entrar por la verja, saludar a María, la conserje, y ver los niños jugar, las golondrinas haciendo el nido en los tejados del colegio, las palmeras mecidas por el viento, oír mi nombre, "Juanma", ven a jugar- ver la felicidad en las caras de los niños y sentirme feliz por estar vivo y ser un niño.
Este es un recuerdo infantil que me ha acompañado siempre, hasta en los peores momentos de mi vida, que han sido bastantes, y me ha reconfortado, pues a veces los recuerdos son nuestro mejor refugio en las tormentas de la vida, siempre lo he dicho, y lo diré, no hay mejor refugio que nuestro interior.
Tengo recuerdos increíbles de cuando me compraron mis padres la bicicleta, una preciosa GAC motoretta de color azul marino con el asiento largo, con la que viví mil y una aventuras por todos los rincones de mi pueblo, de la sierra, pues ya digo, nadie nos controlaba, éramos libres de ir donde quisiéramos, y nos lo recorríamos todo, era muy normal ver bandas de chiquillos en bicicletas ir por el pueblo y también le dábamos más de un dolor de cabeza a la poca policía municipal que había entonces, pero casi siempre solo hacíamos pequeñas travesuras y poco más, como digo eran otros tiempos.
Recuerdo que en el año 85 se inauguró el embalse de Crevillent, lo que nosotros llamamos el Pantano, y nosotros cogíamos nuestras bicicletas e íbamos a ver como se llenaba este embalse con el agua que transportaba el trasvase Tajo-Segura, y en un principio, cuando se llenó por primera vez recuerdo que el agua era cristalina, en algunos lugares casi se podía ver el fondo, y ver peces que introdujeron, aunque de especies no autoctonas por desgracia, pero para la gente era muy atractivo ir a pescar y a bañarse, aunque era peligroso, pero se convirtió en un paraje muy bonito en aquel tiempo, pues la sierra estaba más verde que hoy en día.
Recuerdo bañarme en la parte denominada "Del Cosil" que hoy en día es un circuito de motocrós, había una pared derrocada de una valla que estaba sumergida por el pantano, ya que allí habían campos que se expropiaron para llenar el embalse, y allí tomábamos el sol y merendábamos después de bañarnos en el peligroso embalse, éramos inconscientes de ese peligro y creíamos que no nos pasaba nada, incluso nos atrevíamos a cruzarlo por la parte estrecha de orilla a orilla, que incosciencia teníamos, pero supongo que el ángel de la guarda estaba con nosotros la mayoría de las veces.
Lo que no me gustaba de ir a bañarme allí y por eso dejé de hacerlo es que habían una especie de moscas con las alas amarillas y puntitos negros que parecían mariposillas que picaban, mordiendo, eran como una especie de tábano pequeño, muy molesto y que te dejaban marcas y sobre todo la ranilla, la molesta ranilla al atardecer.
Cuando empezaba a caer el sol en verano, cansados y felices cogíamos las bicis y volvíamos subiendo las costeras del cosil y de la peña sendra para ir a nuestras casas, reteniendo en nuestros ojos las vivencias de esos días, en los que fuimos tan felices y tan osados, pero vivimos, si señor, vivimos muchas cosas, cosas que hoy por desgracia, nuestros hijos desconocen porque no se pueden hacer como antes, estamos infectados de miedo y desconfianza, con razón creo.
Y hasta aquí voy a dejar de recordar, solo quería hacer un pequeño ejercicio de sana nostalgia para evadirme y hacer evadir a quien me lea para que recordemos que fuimos humanos, que vivimos, que fuimos niños libres, que aprendimos más de la vida que de la escuela en muchos aspectos y que debemos volver a ser como éramos, intentar darle la vuelta a esta realidad que nos han querido imponer aquellos que nos quieren esclavos para su interés, luchemos con el recuerdo, dejemos que la vida nos inunde desde el recuerdo, llenémonos de la luz de otros días para darle luz a los días por venir, luchemos para que nuestros hijos sean libres de pensamiento, libres para vivir una vida plena, nueva con nuevas situaciones, pero por favor, una vida humana, una vida de esperanza, una vida que espere el nuevo día con ilusión.
Seguimos en el camino, siempre...
2 comentarios:
Así es amigo mio. Es bueno recordar para evadirnos de toda esta saturacion unformativa. Que por otro lado, supungo que sera necesaria.
Sobre ese barranquillo al que aludes, si no me equivoco, será el mismo que yo jugaba. Y sí, en él nos sentiamos libres, desatados del yugo de la madurez. Pero supongo que eso es la infancia, despreocupacion y eterna felicidad, tanto en aquellos tiempo como en los de ahora.
Para todo aquel que lea tus palabras, y que tenga cierta edad, más o menos la nuestra, habrá recordado en ellas parte de su vida.
Gracias por sentarte un rato para plasmar en palabras una parte de nuestra infancia.
Gracias a tí, es muy alentador que la gente me comente, es un honor que hayas leído este post, un abrazo seas quien seas, y si me conoces y quieres decirme quien eres, estoy en facebook, cuídate mucho, seguiremos escribiendo.
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